CONGRESO DE ESCRITORES EN MADRID

Por Roberto Reyes Tarazona

En el año 1965, en Arequipa, se llevó a cabo el primer congreso nacional de escritores, un evento cuyos ecos aún no se han apagado -hay estudios actuales en los que se contrasta la visión literaria con la social de algunos de los participantes de entonces-. Posteriormente se realizaron algunos intentos de repetir la experiencia, pero con alcances limitados.
Uno de las principales causas es la disminución del ánimo de polemizar y de discutir abiertamente principios, poéticas y postulados literarios, sobre todo a partir de la década del ochenta. El número de escritores interesados en debatir puntos de vista literarios empezó a disminuir de año en año y, en cambio, empezó a incrementarse el número de aquellos interesados en tener una tribuna -sea un estrado o un medio de comunicación- sólo para hablar de sí mismos, de su obra, de sus gustos, de sus fobias y obsesiones y, en última instancia, de aquello que les sirviera para promocionarse. De esta manera, una confrontación como la del año 1965, en la que todos estaban dispuestos a sustentar sus opiniones con un fin que trascendiera sus individualidades, se hizo casi imposible de repetir. Hasta ahora.
En 1965 estuvieron quienes debían estar. Todos, salvo los que no podían asistir por algún obstáculo insuperable, aceptaron la convocatoria de la Casa de la Cultura. En adelante, ninguna institución ha tenido la suficiente capacidad de convocatoria y recursos para lograr la asistencia de los más representativos escritores del país y del extranjero; sobre todo de estos últimos -que se han incrementado notoriamente-, tanto por limitaciones económicas como por las ocupaciones y compromisos de los más renombrados.
Posteriormente, si bien hubo esporádicos eventos nacionales, que no alcanzaron la representatividad del primero, en los últimos tiempos se han estado multiplicando los eventos regionales, lo cual es algo importante, en la medida que se está dando oportunidad de participación -y estimulando- a escritores que por lo general no acceden a las tribunas limeñas para presentar sus trabajos, aunque tiene en contra el que estos eventos congregan por lo general a los escritores más afines a las posiciones prevalecientes en este tipo de eventos, de manera que se excluyen -o autoexcluyen- muchos otros que suscriben posiciones distintas.
En este escenario, Jorge Eduardo Benavides y Mario Suárez, dos jóvenes escritores radicados en España, emprendieron la ambiciosa y desmesurada tarea de organizar un congreso en España, que diera a conocer la riqueza, en cantidad y calidad, de la nueva narrativa peruana. Posteriormente, obtuvieron el respaldo de una institución cultural española: Mirada Malva, en la que participaron entusiastamente María Ángeles Vázquez y Paz Mediavilla. A ellos se sumó el Sr. Augusto Elmore, Consejero Cultural de la embajada peruana en España. Lo más notable de la organización de este Congreso de escritores de Madrid, fue que se empezó prácticamente sin recursos económicos, que se fueron logrando en el camino, a partir de la aceptación de algunos escritores en condiciones de participar en un evento con sus recursos, y luego con el aporte de algunas instituciones españolas.
El resultado final de esta experiencia inédita, audaz por lo arriesgada, y estimulante para la producción de los narradores peruanos, fue un evento que, bajo el título de: «I Congreso Internacional 25 años de narrativa peruana (1980-2005», se llevó a cabo en Madrid, entre el 23 y el 27 de mayo, en la Casa de América, el local de una institución en la que se llevan a cabo los más importantes eventos culturales de España.
En el congreso participaron cuarenta escritores peruanos, mayormente creadores, y más de quince críticos y estudiosos extranjeros. Y si bien hubo algunas ausencias notorias, como Oswaldo Reynoso, Edgardo Rivera Martínez, C. E. Zavaleta y Zeín Zorrilla, entre los que radican en el Perú, y Alfredo Bryce, Gregorio Martínez, Isaac Goldemberg y Laura Riesco, entre los que residen en el extranjero, la presencia de Mario Vargas Llosa y la de los escritores asistentes, provenientes no sólo del Perú sino de Estados Unidos, Francia y, por supuesto de España, que abordaron con solvencia y en muchos caso con brillantez los temas previstos, le dieron representatividad nacional al Congreso. Por mencionar sólo algunos, podemos señalar la presencia de Miguel Gutiérrez, José Antonio Bravo, Óscar Colchado, Alfredo Pita, Carlos Meneses, Jorge Eduardo Benavides, Eugenio Chang-Rodríguez, Iván Thays, Fernando Ampuero, Alonso Cueto, Dante Castro, Enrique Rozas, Luis Nieto. Se organizaron 12 mesas de trabajo. La primera trató sobre la obra de escritores de generaciones anteriores que publicaron en los últimos 25 años y la segunda ofreció un «Panorama de la Narrativa Peruana 1980-2005». Luego, se sumaron mesas en torno a la narrativa desde diversas perspectivas, como la histórica, la política, las regionales, la escrita por mujeres, la por poetas. También se llevó a cabo una mesa en la que se dio una visión de la narrativa peruana desde la crítica universitaria española y otra en la que se examinaron los problemas editoriales en el Perú. Concluyó el evento con las mesas que examinaron la obra de los «últimos» y el rumbo de la narrativa peruana. Paralelamente se llevaron a cabo otras actividades, como la donación de libros de narrativa peruana a la Biblioteca Nacional, presentación de libros, coloquio sobre el cuento peruano, exposición y venta de libros. Todo ello permitió alcanzar plenamente el objetivo principal de los organizadores: dar una muestra, fuera de nuestras fronteras, de la riqueza en calidad y cantidad de la nueva narrativa peruana, además de suministrar material de trabajo para los académicos españoles y europeos en general, interesados en las narrativa de lengua española. Si algo quedó claro, al final del evento, fue la heterogeneidad y multiplicidad de tendencias, enfoques y opciones literarias imperantes en el Perú actual.
Por otra parte, después de muchos años, se encontraron en un lugar escritores de diversa procedencia, forma de concebir la literatura y posición personal frente al fenómeno literario. Gracias a ello, se superaron muchos recelos y hasta prejuicios existentes, aunque, como es natural, subsisten posiciones contrastadas, que han generado el inicio de polémicas, como no se producían hace muchos años.
A pesar de ello, o por esta misma razón, un nuevo congreso no es visto como algo utópico. Las posibilidades de discutir y debatir con altura, en un ambiente apropiado, quedan abiertas.
Unos días después del Congreso, se llevó a cabo en París, en La Maison de l’Amerique Latine, una mesa redonda organizada por el CECUPE (Centro Cultural Peruano), denominada «Post evento de Madrid», en la que participaron, entre otros, Óscar Colchado, Alfredo Pita, Enrique Rozas, el autor de estas líneas, y seis escritores más.
Allí, a manera de balance, se insistió en la importancia del evento de Madrid, y se realizaron apreciaciones sobre la confrontación entre escritores limeños y «andinos». Como recogió un agencia de noticias, «En la capital española, una vez más, los escritores surgidos de provincias se enfrentaron a los que en Lima supuestamente controlan los medios de difusión y consagración, quienes perturbarían el desarrollo de las letras peruanas al cerrarle espacios a escritores que vienen de los andes o de estratos sociales siempre postergados».
Independientemente de los diversos puntos de vista y opciones literarias, y de las polémicas suscitadas, lo que ha quedado claro para los participantes españoles y franceses, y aún para los propios escritores peruanos, es el magnífico momento de la narrativa peruana actual, que en conjunto refleja la riqueza y diversidad cultural del país, y el convencimiento de que nuestra narrativa de los próximos años ofrecerá más y mejores muestras de su vigor y calidad.