“Galletitas de limón” es el sorprendente título del libro de cuentos que firma Josué Aguirre Alvarado, y que fue presentado al público piurano el día 23 de agosto próximo pasado en el local de la Alianza Francesa. Y es sorprendente porque uno espera otra temática. Los menos avisados pueden creer incluso que se trata de un libro de literatura infantil. Pero la sorpresa dura hasta que el lector se da cuenta que ha sido burlado por un joven escritor, de apariencia muy seria que, en realidad, posee un gran sentido del humor, y que no ha hecho sino desviar la atención para lograr el efecto deseado: leerse todo el libro en busca de lo que enuncia el título. Y, por supuesto, no se encuentra nada de eso. Sino cuatro cuentos bien logrados y dos embriones de novela. Comencemos por los últimos. Son los textos titulados “El chalet” y “Los mandos de rojo”. Ambos tienen la ambición de presentar un mundo imaginario que trasciende la aspiración propia del cuento: la brevedad. Y los dos textos -de, más o menos, similar extensión- ocupan las tres cuartas partes del libro, y lo completan los otros cuatro, cuentos en strictu sensu. Dicha brevedad obliga a manejar los otros elementos del cuento (personajes, espacio y asunto) en la misma proporción. Fisonomía que no se da en los textos aludidos. En “El chalet”, la historia se inicia en Perú y se desarrolla en España, con más de siete personajes (incluido un “duende”) que proyectan sus vidas como temas paralelos al tema central del protagonista, y que complican la trama rebasando los límites -ya aludidos- del cuento. Y algo similar ocurre con “Los mandos de rojo”. Aunque en este caso habría que agregar un componente particular en el manejo del tema (tratándose de uno tan polémico como es la confrontación armada que generó Sendero Luminoso): que el narrador -con gran madurez- lo trate con la objetividad propia de un maestro del género. Por tales razones digo que ambos textos, constituyen dos embriones de novela que Josué Aguirre Alvarado tiene la obligación de trabajar en ese sentido. Los tres primeros textos -cuentos, propiamente dichos-: “Sobre personas buenas”, “Mijail Carranza, periodista” y “¡Ajj!”, están unificados por un tema común: las consideraciones estéticas en torno al trabajo literario. Esto se nota claramente en el primero de los nombrados, y en su relación más sartreana: qué, por qué y para quién se escribe; mientras que en el segundo se baraja el eterno sentimiento del escritor que no puede serlo cien por ciento, pues tiene que debatirse entre la vocación y la manutención. El tercero está un tanto más alejado del tema sugerido, pero igual lo roza, en la medida que plantea (en el plano de la discriminación racial y social) el conflicto de los “gustos y colores” que, en el nivel literario no deja de estar presente aunque en un ámbito -más que nada- ideológico. Por último, el texto titulado “Cábalas” -para mi gusto, el menos logrado- como que disuena en el conjunto, sin posibilidades de un mayor desarrollo (como los dos primeros aquí expuestos) y sin el nexo temático que lo identifique con los otros tres; pero que, con todo, no resiente al conjunto porque se aprecia que no ha sido la intención del autor el estructurar un libro uniforme sino de sumar algunas muestras de un trabajo que realiza -por propia declaración- para ejercitar su vocación de “narrador de cuentos”, antes que lograr una pieza maestra, sin que esto implique -por su parte- descuido o desconocimiento del rigor artístico. Es evidente que la Editorial Pluma Libre no se equivocó al incluir “Galletitas de limón”, de Josué Aguirre Alvarado, en su serie Nueva Biblioteca Piurana.