En una época, lejana: gobiernos de Luis Bustamante, 1945, y Manuel Prado, 1956 (que ganaron las elecciones con el voto aprista y, por lo tanto, fueron los dos “primeros gobiernos apristas”, en la práctica) el país se convirtió en el “país de las colas”, es decir, escaseaban tanto los alimentos y productos de primera necesidad que, para adquirirlos, no quedaba otra alternativa que hacer cola en los -entonces- famosos estancos. (Historia de la República, de Basadre).

En el recambio de gobernantes -siempre ligados a los grupos de poder- vino el “país de las maravillas” (como lo bautizó el dibujante Marcos, título que hasta ahora usa para una de sus viñetas), eso se dio en los dos gobiernos de Fernando Belaúnde a quien el humorista paiteño Felipe Angell “Sofocleto” le encajó el sobrenombre del “nubenauta”, pues parecía vivir en una nube totalmente alejado de la realidad.

Posteriormente, se dio el “país de las carretillas” porque -hasta para comprar una caja de fósforos- necesitabas de ese medio de carga para llevar la enorme cantidad de billetes que cada producto costaba. Esto fue en el tercer gobierno aprista (primero de Alan). Ahora estamos en el cuarto gobierno aprista (segundo de Alan), y las cosas no han mejorado. Si bien es cierto no hay colas ni carretillas para comprar -con los antecedentes expuestos- esto no se descarta a futuro. Pero sí se da un abuso sucedáneo, es decir: comisiones para todo, que es otra forma de hacer cola y de llevar carretadas de dinero para, en este caso, hacer obras en las regiones; pero aquí: ¿quién fiscaliza a los inversores?

Con la cínica entornillada de Alva Castro en la cartera (literal) del Interior el Presidente de los apristas, no ha salido a decir que -por un decoro mínimo- le pedirá al titular del “Misterio” del Interior dé un paso al costado, sino que lo ratifica en el cargo, pese a que los peruanos dignos (no apristas y no fujimoristas) creen que debe hacerse lo mismo que ocurrió con su antecesora la señora Mazetti. Y en lugar de hacer eso, el reincidente (no, presidente) aprista dice que va a reactivar la comisión anticorrupción, dando a entender que el corrupto o responsable no ha sido Alva Castro, sino sus funcionarios subalternos.

Resulta, pues, que en este cuarto gobierno aprista, se ha institucionalizado la frase del tristemente célebre hermano del Padrino de la Droga, que dijo: “Es mi hermano, pero yo no sé nada”. La semejanza con Fujimori, respecto de su socio Montesinos, es idéntica (y no se olvide que Fujimori fue elegido también con el voto aprista). O sea que el cinismo, la hipocresía y la sinvergüencería se han institucionalizado. De ahí que no llame la atención que en otras instancias de la administración pública se mimeticen acciones como las descritas. Por ejemplo, en las Universidades públicas se abre proceso a los funcionarios corruptos, y éstos son sancionados por la más alta autoridad con diez días de suspensión sin goce de haber, pero se los mantiene en el cargo. Y después, a los mismos funcionarios se les vuelve a abrir otro proceso similar. Y lo más probable es que se siga repitiendo ese círculo vicioso del perdonavidas. Y las más altas autoridades, bien gracias, es decir: “Es mi hermano, pero yo no sé nada”.

Así, podemos estar seguros que en la vida pública del país la serpiente se seguirá mordiendo la cola. Y nunca habrá pasado nada. Es la historia de nunca acabar en este Estado que tomaron por asalto los criollos (españoles nacidos en el Perú) después que los luchadores populares (serranos, cholos y negros) ofrendaran su vida luchando contra los padres de esos corruptos que se quedaron para seguir vendiendo al Perú al capital extranjero, con el embuste de que la inversión extranjera es sinónimo de desarrollo.