«Vale más canción humilde que sinfonía sin fe». J.C.
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“Las cosas claras y el chocolate espeso” reza el refrán. Cuando el ambiente se torna oscuro, lo más sensato es clarificarlo. Es ésta una especie de “mea culpa” por el uso de la expresión “cumanana” para denominar a la copla que aparece (bajo mi nombre, casi todos los días) en el ángulo inferior izquierdo de la segunda página del Diario «Correo» de Piura.
En esta calurosa y acogedora ciudad norteña, muchas personas conocen lo que es la cumanana; y son varias las que me han manifestado su extrañeza (y hasta su resquemor) por usar esa denominación “La cumanana del día” para referirse a dicha copla. Los argumentos son tan claros y concluyentes que no puedo dejar de admitirlos.

En principio, se dice que lo característico de la cumanana es su humor ácido y desfachatado y, en algunos casos, rijoso y hasta procaz; el otro aspecto es su naturaleza de contrapunto (dime que te diré) y hasta su repentismo o capacidad de improvisación de los autores; y respecto de éstos, por lo común, su anonimato (tan esencial en la literatura popular, tradicional o folklórica). Y, en efecto, son cualidades que en grandes dosis están ausentes de las coplas (más propio es llamarlas así) producidas por este modesto servidor. Por ello, considero pertinente aclarar el asunto.

Y, para comenzar, me acojo a la feliz expresión de don Antonio Machado: “¿Cantar como el pueblo? ¡Qué más quisiera yo!” Porque ese canto que parece sencillo es el más complicado de lograr. La poesía culta, se aprende. La popular, nace. Y lo hace –en sus mejores logros, los imperecederos– con una singularidad, frescura y contundencia que cuánto quisieran tener los poetas cultos. Lo dicho me exonera de cualquier acusación de querer usurpar los valores de la cumanana. Mi respeto por ella (y por toda creación popular) se manifiesta en este reconocimiento. Y, en tal sentido, pido disculpas a los depositarios de su bagaje si es que ha habido atrevimiento en el uso de su denominación, mas no agravio ni mucho menos timo, fraude o sustracción.

En realidad, en mi afán de dar a conocer mis sentimientos sobre la vida, el amor, la amistad, la verdad, la justicia y la lucha por un mundo mejor, me dirigí al Director del Diario y le propuse publicar mis coplas. Le dejé una muestra de las mismas. Y fue él quien les dio la denominación, que ha causado revuelo y resquemor. Y que aquí aclaro, para mayor gloria de la voz del pueblo, que es la voz de Dios.