La Av. Salaverry
Es amplia para nuestra
Fugaz sonrisa.
En medio de buses y gentío,
Yo camino lento y feliz
Con mi pequeño Pietro.
Nuestros corazones laten
Como caballos sedientos.
Me pregunta por un balcón
Y una casa en el aire y le
Cuento que ahí habita
El Nuncio de Roma,
Y que más allá,
A unos metros,
Los alemanes se empeñan
En enseñar la lengua de Goethe.
Él tiene ocho años y me dice
Si es que mañana volveremos
A hacer la misma ruta.
«Mañana» –le digo– es una palabra
Inmensa y nebulosa en el Perú.


Pero como fuese, mis zapatos
Siempre estarán al lado de los suyos.

Sandro Chiri,
Perú