Roto ha de estar, supongo,
El vaso cojo de mi antigua casa.
¡Cómo ha podido contener, él solo,
El agua toda que bebí en mi infancia!

Alguna mano familiar y amiga
Debió romperlo -una tarde acaso-
Y toda el agua de mi infancia rota
Cayó en mi alma, viuda de ese vaso.

No lo neguéis (mamá, no ha sido adrede)
Desde aquí estoy viendo,
Parado y solo en terraplén extraño,
El agua de mi infancia derramada.

Así como yo cuido mi corazón, cuidadme
Los amados objetos de este reino
Que edifiqué con risa ya llorada.

Ayer -no me lo dijo nadie, lo he sabido
Como se advierte el dolor del llanto
En la cama de hotel que nos cobija-
Alguien ha roto el vaso donde un niño
Supo peinar la sed de lo jugado.

Por eso insisto:
Guardad las cosas del que está lejano,
Defendedlas de los vuelos terribles de la mano.

Estar ausente tantos años hace
Sentirse un muerto al vivo más presente
Y por eso perdono (yo, el culpable)
Tanto naufragio,
Tanta rotura de alma impunemente.

Pero el vaso, no, el vaso nunca:
Otros vasos habrá, pero ninguno
Que conserve los versos de la fuente.

Juan Gonzalo Rose,
Perú