«Vale más canción humilde que sinfonía sin fe».
J.C.

Que la administración pública ha tocado fondo en lo que a corrupción se refiere, resulta ser una verdad de Pero Grullo. Éste es un personaje de la tradición popular española, que llegaba a conclusiones palurdas como ésta: «La lluvia cae de arriba para abajo». Pero la tradición popular es depositaria también de una sabiduría muy vasta, que rebasa todas las fronteras. El aforismo que da título a este artículo lo es. Y lo he tomado de un diálogo de la película «Ray» (basada en la vida del «rey» del jazz: Ray Charles: «El que miente, roba») porque resume, ex profeso, el tema de la corrupción en la administración pública.

Nadie ignora que en las universidades públicas se crean comisiones para todo. Y eso no es malo. Aunque sí lo es que se «creen para el mal», como es el caso de las comisiones para los exámenes de ingreso, que se las arreglan para vender las claves de las respuestas. Una situación así, ratifica la verdad de Pero Grullo enunciada arriba. Pero también demuestra que no sólo es expresión de esos extremos a que ha llegado el nivel de la corrupción, sino que también refleja la absoluta inopia de quienes refocilan en ella, y, además, el flagrante desprecio que sienten por la inteligencia de la sociedad civil en su totalidad. En realidad, así como el ladrón cree que los demás lo son, el imbécil asume el mismo criterio. Porque eso ocurre con las comisiones investigadoras de las comisiones corruptas cuando salen a decir que los culpables del desatino son los «alumnos consejeros», que tampoco son unas alhajas, pero que en buen cristiano lo que pretenden es vendernos salchichas con carne podrida. Y resulta que ambas comisiones (incluidas las altas direcciones universitarias) dan por descontado que los espectadores de su pantomima vamos a tragarnos ese menjurje repulsivo. Una sola pregunta desbarata esa pretensión: ¿cómo es que llegó la clave a poder de los alumnos, si éstos cumplen sólo la función de observadores, y no tienen acceso (ni tienen por qué tenerlo) a las preguntas ni mucho menos a las claves de las respuestas?

Que «la pita se rompa por el lado más débil» es una ley hecha ad hoc para la corrupción; ésta, que atenta contra todas las leyes, se crea las suyas propias, y es así como establece que los cargos superiores delegan sus responsabilidades en los subalternos que hacen el trabajo sucio (con una prometida impunidad). Es así cómo los jefes enseñan sus manos limpias detrás de las manos sucias de aquéllos. Y todos estamos en la obligación de creerles.

Eso pasó con Alan García en la matanza de los penales en 1986, con Fujimori en los mismos penales en 1992 (además de La Cantuta y Barrios Altos), y ahora último con la matanza de manifestantes en las calles (matanza ya legalizada). Con esos «paradigmas», los epígonos de la administración pública tienen la coartada asegurada. Y si no perdemos de vista que todas las salidas están clausuradas (comisiones y jueces comprometidos porque también trabajan en la misma institución), ya se sabe cuáles son los resultados de toda investigación y de todo reclamo de sanción.

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