JULIO CARMONA: “SIEMPRE QUE EXISTA UNA SOCIEDAD CON ESPERANZA, DEBE ESTAR PRESENTE LA VOZ DEL POETA”

Tomando como marco el reciente Encuentro Nacional de Escritores desarrollado en el puerto del Callao, aprovechamos la presencia del chiclayano Julio Carmona (1945) para acercarnos brevemente a un representativo poeta del interior. Autor de poemarios emblemáticos como “Mar revuelta” (1970), “A nivel de la arcilla” (1972), “A orillas del amar” (1976), con el que obtuviera el segundo lugar en el Premio Poeta Joven del Perú, en su IV versión (1975), y “No sσlo de amor” (1980), entre otros. Carmona no pierde la fe en esa forma vital de hacer poesía como es la de convertirse en portavoz del pueblo y de sus más altas esperanzas.

R. A. Julio, ¿qué significa para ti participar en este Encuentro?

J. C. Cuando se ha vivido muchos años en el mundo de la literatura lo que uno comienza a esperar de él es conocer gente joven con quien intercambiar ideas, y no existe nada mejor que un evento como éste para lograr dicho objetivo.

R. A. ¿Has participado mucho de Encuentros como éste?

J. C. No, más bien con los Encuentros siempre he estado en desencuentro. Y las escasas veces que he asistido me han causado decepciσn porque muchos escritores han utilizado los Encuentros como pretexto para hacer turismo. Otra cosa que ocurre es que se plantean objetivos muy ambiciosos que nunca se llegan a cumplir.

R. A. Respecto a los objetivos de este Encuentro, ¿cuán sugerentes han sido para ti?

J. C. El hecho de plantearnos qué es lo que puede ocurrir con nuestra literatura en el futuro es ya una actitud loable. Sin embargo, el saber si se llegó a cumplir o no ese planteamiento será trabajo de los organizadores, quienes al final tendrán que hacer un balance del trabajo de los expositores.

R. A. Entiendo que tu Interés de conocer poetas jσvenes, tal como decías hace un momento, se debe al hecho de querer saber cómo se está moviendo la poesía actualmente. ¿Has logrado satisfacer esa curiosidad?

J. C. Bueno, sí. La gran conclusiσn que puedo sacar es que lo que hace mucha gente joven es mantener viva la llama de la poesía. No olvidemos que siempre que exista una sociedad con esperanza, con ánimos de alcanzar una utopía, debe estar presente la voz del poeta. Y éste ha sido un rol que le ha tocado desempeñar siempre a los jσvenes; más bien los que estamos pasando nos iremos convirtiendo sólo en espectadores puesto que nuestra voz ya ha sido dicha; mal o bien, pero ya fue dicha.

R. A. Pero esa peculiaridad no hará que te olvides de tu condición de poeta ¿o consideras que el poeta sólo lo es durante su juventud o en los años correspondientes a su generaciσn?

J. C. No, pues, me refería al “movimiento de la poesía actual” ligado a los jóvenes, al que tu aludías en tu pregunta. Y ese movimiento juvenil tiene que buscar su propio camino, con o sin paradigmas. A los mayores ya no nos cambia nada ni nadie. Por eso es que considero que hablar de generaciones puede estar generando imprecisiones, ¿no?; aquello de hacer demarcaciones o resúmenes generacionales es un trabajo que corresponde más bien a los historiadores o los críticos de la literatura. Creo que para los mismos poetas no es -o no debe ser- ésa una preocupación prioritaria. Hay muchos escritores que por intentar ubicarse en una generaciσn terminan perdidos. Y algo de eso -de no estar ubicado en una determinada generación- ha ocurrido conmigo. Aunque no me preocupa. Yo siempre he trabajado y me he reunido con escritores mayores. El integrarme al grupo Primero de Mayo, con gente como Víctor Mazzi o Jorge Bacacorzo, por ejemplo, puede hacer pensar a cualquiera que “no tengo generación”. Eso, por un lado, mientras que el hacer poesía con expectativas populares, por otro lado, creo que me ha ido dejando al margen (como ha ocurrido también, por poner otro ejemplo, con Jovaldo). Pero, todo eso, en lugar de causarme desazón, me da satisfacción, porque suelo encontrarme con gente que me recuerda por mi pertenencia al GIPM o mis intervenciones en escenarios populares. Realmente, mi gran intención y decisión (nunca arriada ni traicionada, pues la sostengo aún hoy en mi labor docente) ha sido siempre identificarme con la causa del pueblo peruano y de los trabajadores que es la de contribuir a forjar una sociedad nueva, desde sus intereses, y cumpliendo con su misión histórica.

R. A. ¿Y cómo es que se desarrolló tu trabajo en ese sentido?

J. C. Casi toda mi labor literaria la hice en Lima. Llego a la capital cuando apenas termino la secundaria. Poco después, cuando decido trabajar la poesía en serio, y siempre desde la perspectiva popular, es que establezco mis fructíferos vínculos con el Grupo Primero de Mayo, donde no sólo se reforzó mi convicción popular sino además mi concepción marxista del mundo. He vivido con ímpetu la efervescencia del compromiso social en política y de la poética realista en literatura. Y creo haber trabajado, hasta ahora, con responsabilidad dentro de esa vertiente.

R. A. Pero ¿cuán válida consideras que sigue siendo esa propuesta de trabajo?

J. C. Es evidente que las propuestas sociales han sufrido una merma, tal como ocurre con el movimiento político popular en general que estuvo ligado siempre a la izquierda. Y esa merma se hizo más ostensible en los últimos diez años de la “dictadura japonesa” en que se asestó un duro golpe a la lucha popular y a los movimientos culturales ligados a estas perspectivas. Sin embargo, estoy seguro de que todo ello volverá a resurgir. Hay voces que se han apagado. Pero surgirán otras nuevas. Si entendemos a la literatura peruana como el desarrollo de dos grandes tendencias, aquella que se centra en el trabajo estrictamente formal y cuya preocupación es principalmente estética, y aquella que además de la inquietud estética muestra un contenido social, habrá siempre en ambos casos la oportunidad de que aparezcan nuevos exponentes. Y, por lo tanto no es o no debe ser una preocupación el pensar que no habrá un resurgimiento de la poesía social.

R. A. Y dentro de las características de forma, ¿qué tipo de poesía te ha sido más fácil concebir, la de gran aliento y con proyectos totalizadores o la poesía de estructuras simples?

J. C. Creo que cuando se habla de proyectos totalizadores se piensa más, generalmente, en la narrativa puesto que ella engloba una serie de personajes y lugares y tiempos, los cuales permiten sustentar visiones y versiones muy amplias. Mientras que la poesía o -para ser más exacto- la lírica es más bien la efusión de un yo, de una individualidad. Mas no, por esto, hay que concluir que tiene que perderse en el egoísmo o el individualismo, pues también puede inclinarse hacia una visión más ecuménica, esto porque -aún dentro de esa visión personal, propia del poeta lírico- hay también todo un cosmos, y el rol del poeta será justamente devolverle a la sociedad (o la realidad) todo lo que ha recibido de ella, transformado en (o por) su individualidad. En ese objetivo, es cierto, hay poetas que se preocupan por construir todo un universo, todo un imaginario, sistemático (si cabe el término). Pero en mi caso no. Mi trabajo lírico -plasmado en algunos libros- ha sido más bien construido a partir de visiones parciales como producto de un conglomerado de experiencias, que no dejan de estar imbricadas por un hilo conductor, que es mi concepción del mundo. Pero, en realidad, el trabajo literario lo he desarrollado -y lo desarrollo- siempre desde una actitud muy modesta. Nunca ha sido preocupación mía el ser reconocido como “el gran poeta del Perú” (ni siquiera de Chiclayo). Mi aspiración ha sido, más bien, que si algún día se reconoce que hay algo en mi poesía, que ojalá esto sea sólo el descubrir la voz de un hombre que ha tratado de identificarse siempre con su pueblo (lo que, en última instancia, no es poco decir o pedir).