ENTREVISTA QUE ME HACE EL MEDIO DIGITAL LOS GALLOS VIGILANTES

Hoja debida

 

Yo, que respondo al nombre de Julio Carmona, por ser hijo de Elisa Carmona Alfaro, nací en Chiclayo el 16 de marzo de 1945. Luego de terminar la secundaria, en el Colegio Nacional de San José, de dicha ciudad, viajé a Lima (con mi madre y hermana) donde ingresé a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 1969, para estudiar Literatura hasta obtener el grado de Bachiller y el título de Licenciado en dicha especialidad. Y ese mismo año ingresé a la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes, donde realicé estudios de escultura (que no llegué a concluir). En los años 80 trabajé, un par de años, como docente contratado en la Universidad de Educación Enrique Guzmán y Valle «La Cantuta», de Chosica, y hacia fines de la misma década (1989) ingresé a la plana docente de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Piura, hasta el año 2019. He publicado algunos libros de versos, un par de libros de narrativa corta y otros tantos de lectura crítica; pero esos solos testimonios (que no tienen la validez de un bachillerato, licenciatura o doctorado académicos) no me facultan para considerarme poeta, narrador, crítico o ensayista. Todas estas son estimativas que les corresponde otorgarlas a los lectores. En la actualidad «pateo latas» en el interior de mi casa (siempre en Piura), por culpa del Covid-19, conocido a nivel universal, por lo que no necesita de presentaciones.   

 

  1. Poeta Julio Carmona, ¿Cómo ve la situación del escritor y, en especial la del poeta, en este Bicentenario de Independencia del Perú?

 

Estimados Gallos Vigilantes, agradezco mucho la deferencia que tienen para conmigo al tomar en cuenta mi opinión para responder a sus muy sugestivas preguntas. En relación con la primera y el nexo que ella plantea entre el escribir y el Bicentenario de la Independencia del Perú, debo —en primer lugar— precisar que, para mí (sin desmerecer la trascendencia del acto conmemorado), esta efemérides sigue enmarcada en el sistema opresor que, con justicia, el acto que ella rememora trató de superar. Y creo que los hombres con cuyo esfuerzo se dio ese gran paso con el que se empezaron a romper las cadenas del colonialismo feudal, de haber sabido que ese acto heroico solo serviría para que se instaurara otro colonialismo, el burgués o capitalista, creo —repito—que no se sentirían correspondidos con un homenaje en estas condiciones, y más bien habrían de esperar uno que ponga las cosas en su sitio para precisar que lo que falta es retomar su iniciativa heroica para llevar a cabo la segunda independencia que, con sangre sucesiva, los pueblos de Nuestra América la siguen impulsando, siendo este el más justo homenaje a esa gesta de liberación que, hoy por hoy, está inconclusa. Por otro lado, y enmarcado en ese contexto el papel del arte y la literatura, también sigo pensando que tal como ha venido ocurriendo en esos largos doscientos años (en setenta de los cuales he sido testigo y en parte, si se quiere, también actor), a partir de ahora el panorama solo cambiará de actores, de decorado y de situaciones puntuales, pero con el mismo libreto. Porque, esas egregias disciplinas seguirán bifurcadas en dos tipos de usuarios: por un lado, los que se conforman con lo establecido, y, por otro, quienes piensan que se debe exigir lo que falta completar. La festejación del bicentenario es, pues, una fiesta que debe ser diferida. Y si, quienes no la ven así, y son los que piensan que cuando la poesía declama y reclama se mancha, pues habría que decir —con el verso de César Vallejo: «Allá ellos, allá ellos, allá ellos…», pues es su opción y es respetable; y lo saludable sería que ellos respetaran igual la opción de quienes pensamos que al insertarse en la realidad la poesía no se mancha (Maradona).

 

  1. ¿Cree que la poesía aún es una expresión vital y artística poco valorada en nuestro país? Durante el S.XX hubo varias divisiones y/o manifestaciones poéticas luego de Vallejo y Eguren, tales como las llamadas Poesía Pura y Poesía Social, en tal sentido, ¿ahora en estas dos primeras décadas del S. XXI cuál vertiente cree que aún prevalece? Y, volviendo a la coyuntura del Bicentenario, ¿cuál cree que es o debería ser el rol del poeta a partir de esta segunda década del presente siglo en que vivimos?

 

Esta es una situación similar a lo que he respondido previamente: que la poesía no ha dejado nunca de ser una expresión artística (es su razón de ser), y no hay nada que pronostique un cambio en ese su sentido esencial. Y en la medida que la poesía solo existe en el mundo humano y este solo se explica por la existencia de la vida, es imposible pensar que la poesía deje de ser vital. El hecho mismo de que haya algunos seres humanos que la promocionan como expresión de la muerte o de lo irracional o, finalmente, solo como una expresión formal, igual se podría decir que eso no mancha a la poesía. Ese mismo hecho solo se puede explicar sobre la base de la vida, pues solo una persona viva puede hacerle loas a la muerte, y solo desde la razón se puede apelar a lo irracional (la muerte y la locura son excepciones; la vida siempre les impondrá sus reglas), y lo mismo ocurre con la pretensión de creer o hacer creer que la poesía y el arte tienen valor solo por su aparato formal. El vitalismo y el anti-vitalismo tienen, cada uno, sus defensores y «valoradores». Ahora bien, si esa valoración se la atribuimos o la esperamos de la sociedad, pues seguiremos dando vueltas en el mismo círculo: es algo que se da desde que se tiene noticia de la valoración que la sociedad le ha dado o le ha negado al arte y a la poesía. En todas las épocas los poetas y artistas se han quejado de lo relegados que la sociedad los tiene. Y la ocurrencia de lo contrario solo se puede conjeturar que ha de poder cambiar en una sociedad sin clases. La otra parte de su pregunta ilustra el panorama aquí sugerido. Porque las divisiones que se han hecho de la poesía en la historia de la humanidad (social y pura, por ejemplo, entre otras denominaciones) ha obedecido a la división de la sociedad en clases sociales opuestas y hasta irreconciliables. Y entonces volvemos a la misma conclusión: que lo que fue, será. Y en lo que va del siglo XXI todavía no se vislumbra la posibilidad de que vaya a cambiar esa división de intereses clasistas. Y el interés por una poesía que alabe a ese estado de cosas o se muestre indiferente frente a sus iniquidades, se mantendrá igual que antes, dándole preferencia a una poesía «pura» o puramente formal; mientras quienes se rebelan contra ese mismo estado de cosas seguirán haciendo una poesía, no «social» (porque todo lo es, hasta la poesía «pura»), sino una poesía impulsora de un cambio, de una transformación de la realidad. De tal manera que es iluso pretender darle un rol a la poesía, cuando en realidad ya tiene dos que se vienen siguiendo desde tiempos inmemoriales, perfectamente válidos tanto uno como otro. Y por lo que respecta a la última parte de la pregunta, no soy yo quién para sugerir cuál deba ser ese rol, porque eso corresponde a la conciencia de cada escritor que se propone hacer poesía, es decir, de hacerlo según sus propias convicciones, sin obedecer a cartabones previamente establecidos. Y en esto se incluye a quienes creen que pueden actuar en una tercera opción, que no sea: ni la de la alabanza o la indiferencia, ni la del rechazo al orden establecido (si es que esa tercera vía fuera posible).

 

  1. Estamos ad portas de los cien años de publicación de Trilce que marcara un antes y un después en nuestra literatura peruana, en tal sentido de entre los poetas peruanos, ¿cree que hay alguna voz nueva que haya marcado o marque un hito parecido? Cree que a la luz de las publicaciones y los poetas actuales ¿habrá en el futuro un nuevo Vallejo, un Eguren, un Martin Adán, un Oquendo de Amat… por así decirlo?

 

Es verdad que Trilce marcó ese punto de quiebre, pero no debería hacerse esta observación —como suelen hacerlo algunos críticos— solo en su proposición formal (que, obviamente, la tiene) sino precisando que Trilce es la continuación de un sentido de la poesía, ya vislumbrado en Los heraldos negros, y es aquel que no se enajena de la realidad, considerando dentro de esta inclusive los elementos metafísicos inherentes al ser humano. Es una poética que en su desarrollo sucesivo (Poemas humanos y España aparte de mí este cáliz, sin soslayar los Poemas en prosa) el mismo César Vallejo llamará poética del equilibrio, es decir: equilibrio entre la forma y el fondo, entre lo físico y lo metafísico, entre lo real y lo irreal, porque todo es parte de la realidad. Y en ese sentido son, realmente, coincidentes las ideas que sobre este tópico se encuentran en la propuesta de un nuevo realismo, planteada por José Carlos Mariátegui. Sobre la parte conclusiva de la pregunta: si después de Trilce apareció una nueva voz que haya hecho algo de igual trascendencia, me parece que, de seguir ese derrotero, se estaría reduciendo la historia de la literatura a los juegos infantiles del «yan quen po» o el «de Tin Marín, de Do Pingüé, Cúcara Mácara títere fue», para —de manera subliminal— aparecer como descubridores de nuevas «ofertas». Por lo demás, se estaría cayendo en lo esencial de la ideología burguesa que busca siempre hacer primar el parámetro de la «competencia», como lo precisa César Vallejo (en Contra el secreto profesional): «Este es el criterio capitalista de todo progreso. El espíritu de “match” y de “record” nos viene del taylorismo, por el deporte, y, lógicamente, ofrece los mismos vicios y contradicciones del sistema capitalista de la concurrencia en general. Ya nadie hace nada sin mirar al rival. El hombre se mueve por cotejo con el hombre. Es una justa, no va de fuerzas que se oponen francamente, que sería más noble y humano, sino de fuerzas que se comparan y rivalizan, que es necio, artificioso y antivital. El hombre no puede ya avanzar por su propia cuenta y mirando de frente, como lo quiere el orden paralelo y multitudinario de las cosas, sino que vive y se desenvuelve teniendo en cuenta el avance y la vida de su vecino, es decir, mirando individualmente el horizonte.» El trabajo poético no es un torneo de jugadores contrarios que ambicionan una copa o un premio pecuniario. Cada poeta hace su trabajo con las herramientas que ha heredado y adecuado a su manera de ver la realidad. Menciono a los poetas que se proponen en la pregunta: Vallejo, Eguren, Martin Adán, Oquendo de Amat, y un largo etcétera. Son incomparables entre sí. Y es indeseable que surjan otros que se les parezcan. Y de hecho seguirán apareciendo otros más con sus propios méritos y valores. Y así sucesivamente irán ampliando ese espectro, para tomarlos luego como referentes, mas no como «modelos para armar» (como dijera Julio Cortázar).

 

  1. ¿Hay lucha de clases sociales en la literatura? Y ¿en qué medida contribuye la literatura a los cambios políticos? Usted, que es un estudioso de la literatura y ha publicado libros sobre poesía proletaria en el Perú, ¿cree que el proletarismo poético todavía existe en pleno siglo XXI? Y de ser así, ¿es factible aplicar el esquema marxista para estudiar a los poetas actuales?

 

De mis opiniones anteriores se desprende que la respuesta a la primera pregunta es afirmativa. La literatura nunca ha dejado de ser un reflejo de la sociedad que la prohija. Y si quienes la impulsan no viven en mundos supraterrenales (aunque algunos lo crean así), dichos impulsores son parte de su sociedad, y a las partes de esta se las denomina clases sociales, las mismas que —es ocioso decirlo, pero hay que hacerlo— generan sus propias concepciones ideológicas, independientemente de quienes las conforman, y estos las asumen o rechazan, pero no pueden aislarse de su presencia, porque en los casos en que las rechazan, lo hacen asumiendo las concepciones de otras clases. Desde esa perspectiva, la literatura contribuye a mantener o a cambiar los estados establecidos en la sociedad, influyendo en las visiones del mundo de los actores políticos, ya sea —repito— para mantener o para cuestionar el «orden» imperante. Por eso es que los gobiernos apoyan solo a la cultura y al arte y la literatura que les son favorables. Es desde esa realidad irrefutable que se puede hacer una clasificación de la literatura en los países o naciones teniendo en cuenta el punto de vista de las clases sociales. Y esto debe verse no como la existencia de un ente inasible llamado «poesía proletaria» (para responder a la pregunta siguiente de este rubro) que —como las musas de la antigüedad— inspiran a los poetas para que escriban ese tipo de poesía. Esta existe porque el proletariado existe, porque es el sector consciente de los obreros y de las clases trabajadoras en su conjunto (campesinado y pequeña burguesía incluidos) que han tomado conciencia de su situación de clase explotada. Y las clases trabajadoras y explotadas por la clase burguesa han asumido esa conciencia a través de la lectura y puesta en práctica del marxismo, que es la única doctrina social, política y filosófica que ha explicado científicamente la naturaleza de la sociedad moderna, contemporánea, y a esas clases les da las armas ideológicas adecuadas para cumplir con su rol transformador del sistema capitalista imperante, para conquistar la verdadera libertad del ser humano. Porque la poesía es —como dice el poeta francés Paul Eluard— el campo de quienes luchan por la liberación del hombre. Por supuesto, los poetas de la pequeña burguesía urbana y del campesinado (que es pequeña burguesía rural) que no están de acuerdo con los planteamientos de los poetas del proletariado, tienen el perfecto derecho a seguir reflejando su mundo pequeñoburgués. Y lo mismo ocurre con los poetas de la burguesía. Porque hay que acabar con esa falacia que usa el sistema dominante de hablar de una sola literatura nacional. Lo que se conoce por esto es por lo común la literatura que —como dijera José Carlos Mariátegui— adula el gusto mediocre de la burguesía, y es a esta literatura a la que la burguesía en el poder promociona, apoya y premia, aplicándole su sistema métrico subliminal, llamado canon oficial. Que es una especie de lecho de Procusto que —como el personaje mitológico de dicho nombre— solo admite lo que responde a sus exigencias, y dicho personaje acostaba a las personas en su lecho y si resultaban más grandes les cortaba los pies o la cabeza, y si más chicos las estiraba hasta descoyuntarlas, o, para decirlo con la parábola de Bertolt Brecht: la burguesía mide a la poesía como el viajero que mete en su maleta su ropa, y todo lo que sobresale de ella (mangas de camisa, perneras de pantalón) lo corta como algo que se desecha. O sea que la última pregunta de las aquí formuladas la respondo precisando lo dicho antes: que el método marxista solo puede ser aplicado por los marxistas, para tener una visión distinta a la usada por el método descrito con las parábolas de Procusto y de Brecht. Porque no se trata de desechar a las literaturas que no son proletarias, sino de reconocer su valor como expresiones de sus respectivas clases. Esto no implica una valoración discriminadora en ningún sentido. Ni con ello se quiere decir que la poesía proletaria es mejor que las de las otras clases. Todas y cada una de ellas tienen sus respectivos receptores. Y son tan poesía unas como las otras, porque —reitero lo dicho en una respuesta anterior— la poesía no es un ring de box, ni una pelea de gallos. No puede haber competencia entre gustos diferentes. Y, por lo demás (también como decía Brecht), mientras todos no estén parados a la misma altura, no se podrá decir quién es más alto.

 

  1. Con la pregunta anterior creemos haber entrado en el terreno de la crítica, por ello: ¿Cuál cree que es la función de la crítica literaria? ¿Debe un poeta estar pendiente de la crítica para tener una valoración de su propia obra o de sí mismo?

 

Por lo que se refiere a la crítica, yo creo que está bien que esta exista. Pero debe entenderse como la opinión de un lector que también tiene sus gustos y sus parámetros que responden a las concepciones del arte y la literatura existentes en la sociedad (ya vistos en la pregunta anterior). Por lo tanto no es una opinión de valor absoluto. Y, en todo caso, el crítico —creo yo— debería actuar con cierto espíritu de modestia, y reconocer que él no es el non plus ultra (que más allá de él no hay más). Si se parte de esta premisa, debe entenderse la crítica en un sentido pedagógico: de enseñar a aprender a leer. No de decir yo leo por ti. Si se aceptara este criterio, la crítica estaría reemplazando a la obra que critica, y ya para qué leer la obra, si el otro que la leyó la da servida. Ahora bien, si un autor se entera de que su obra ha sido criticada favorable o desfavorablemente, en ninguno de estos casos debe ponerse en plan de amar al crítico o de odiarlo, respectivamente. El autor no debe dormirse en los laureles que el crítico le otorga resaltando sus fortalezas, porque ese halago puede hacer creer (especialmente al autor novel) que ya llegó a su máximo nivel, y esto, en realidad, no lo logra ni el más encumbrado escritor, porque —como decía Baudelaire: «El hombre jamás saciado ni dichoso, corre constantemente para buscar reposo». Y, asimismo, el escritor no debe dar por desechables las opiniones críticas que ponen de relieve sus debilidades. Y, más bien, esta crítica es a la que se debe prestar atención, y hasta agradecerla, porque obliga a repasar lo así censurado, y de esa manera rectificar para lo sucesivo, si la observación es razonable; o, en sentido contrario, no tomarla en cuenta, y seguir para adelante, pero sin pretender linchar al crítico por considerarlo un «irreverente». Ya he dicho que si se exige al crítico que adopte un espíritu de modestia, el escritor debe dar el ejemplo.

 

  1. Ahora quisiera pasar a su obra poética, cuéntenos acerca de ella, de su etapa de aprendizaje, de su experiencia, de su proceso creativo, quizá de sus manías, etc. Como poeta y/o como escritor, ¿cuál es su rol en la sociedad y su contribución hacia la literatura? Principalmente en una sociedad banalizada como la nuestra. ¿Cuáles son sus escritores de cabecera? Los que lee siempre. Y, desde su punto de vista, de la Literatura peruana ¿a quiénes nos recomienda? De la literatura latinoamericana y universal, ¿a qué autores recomienda principalmente a los poetas noveles? ¿Un poeta debe leer sólo poesía o su bagaje cultural debe ser amplio y multifacético?

 

En mi etapa de docente universitario (ya clausurada), les contaba a mis alumnos el origen de mi vocación literaria —a propósito de explicarles la razón de por qué usaba mi apellido materno (Carmona) y no el paterno (Fernández)— y yo aseguraba que se debió a que desde muy niño escuché a mi madre, Elisa Carmona Alfaro, realizar sus tareas domésticas acompañándose de canciones populares (valses, yaravíes, huaynos) cuyas letras de una u otra manera llegaron a impactar en mi sensibilidad. Entonces lo más justo es que use el apellido de mi madre para firmar o reconocer mi trabajo artístico, ya que a mi padre prácticamente no lo conocí, si lo vi un par de veces en toda mi vida, es mucho decir. Retomando lo de las canciones maternas, como se sabe, los poetas populares usan mucho el verso de ocho sílabas (u octosílabo). Y, bueno, yo hasta el día de hoy lo sigo usando creo que con cierta suficiencia (aunque también creo que sin lograr la destreza de la idiosincrasia propiamente popular, que es lo que más quisiera, tal como lo dijera don Antonio Machado). Pero mi siguiente encuentro con la poesía fue cuando llegó a mis manos un libro castigado por el paso de los años, sin carátula y sin las primeras páginas, o sea: sin título y sin nombre del autor, y las restantes páginas marcadas por la pátina amarilla del tiempo. Por otro lado, las líneas en él impresas no solo me desconcertaron porque no estaban dispuestas de manera regular en sus márgenes como se suele hacer con la prosa en los otros libros, sino que me dejaron lelo porque me fue muy difícil comprender aquello de «Volverán las oscuras golondrinas / de tu balcón sus nidos a colgar…», y que —años después, en primaria y secundaria— me llegaría a enterar de que eso era poesía y que se trataba de las Rimas de Bécquer. Y, así, sucesivamente, fueron llegando a mí poemas de Darío o Chocano, como también de algunos otros chabacanos que no, por eso, desprecié, en tanto estaba en la edad que no sabía distinguir lo bueno de lo menos bueno (dichosa inocencia que permite aprender de todos). Fue así cómo, de esas lecturas, pasé a querer imitarlas. Tarea mucho más difícil. Aprender a dominar a las palabras hasta —como domador de fieras— dejar de ser dominado por ellas. Lo que, aunque parezca contradictorio, cada vez se hace más difícil. Esto lo dice magistralmente Javier Heraud (a quien leí cuando estaba en secundaria, en el año en que fuera asesinado y publicados sus libros): «… conforme pasa el tiempo / y los años se filtran entre las sienes / la poesía se va haciendo / trabajo de alfarero / arcilla que se cuece entre las manos / arcilla que modelan fuegos rápidos». Y los poemas salen de las manos como cántaros de agua, con la esperanza de calmar alguna sed. No le doy otro rol a mis poemas. Sería pedante de mi parte hacerlo. Nadie creo que lo hace. Los poemas (como los hijos) hacen solos su camino. Pueden ser bien recibidos o rechazados. Ese es su destino. Y sea cual sea este, ojalá siempre sea para bien de quienes así los traten. Me preguntan: ¿qué consejos les daría a los poetas actuales? Marx me libre de hacerlo. Lo máximo que me atrevo a hacer es compartir una enseñanza de Edgar Allan Poe, y es la siguiente: «Lo que llamamos poema extenso es, en realidad, una mera sucesión de poemas breves, vale decir de breves efectos poéticos. No hay necesidad de demostrar que un poema sólo es tal en la medida en que excita intensamente el alma al elevarla, y una razón psicológica hace que toda excitación intensa sea breve.» (Edgar Allan Poe. Filosofía de la composición). Igual se me pregunta: ¿A qué poetas, y en especial, peruanos, recomiendo? ¡A todos!, si es que se van a leer después de haber escrito los propios, y a ninguno si se va a hacer antes de ponerse a escribir. Por profilaxis. Para evitar el «contagio». Y esta recomendación incluye a los poetas latinoamericanos y universales. Y, por supuesto, leer no solo a los poetas, ni solo a los literatos de los otros géneros, leer también filosofía y política y todo cuanto se pueda y lo que la vida permita. Esta nunca alcanzará para leer a todos, pero bien vale el intento. El ideal de una sociedad justa es que todos sus habitantes lleguen a ser seres humanos cultos. En mi caso, últimamente, me he percatado que leo poca poesía. Pero cuando necesito de ella (que no sea la mía) siempre retorno a mis maestros: Brecht, Hikmet, Eluard, Mazzi y, por supuesto, Vallejo a quien en los últimos años he leído, y he explicado cómo lo he leído, y lo sigo haciendo en sendos libros que he titulado: Vallejo para no iniciados I, II y III, respectivamente: 2019: Los heraldos negros, 2020: Trilce y este año: 2021: Poemas humanos. El primero lo publiqué a fines del año antepasado (2019, con ocasión de celebrarse los cien años de su primera edición). El segundo tengo fe en que lo publicaré en el 2022 (año en el que Trilce cumplirá igual cien años).

 

  1. Julio Chiroque Paico, escribió un poema muy conocido, llamado: Los Gallos Vigilantes, cuyo nombre tomamos para este periódico de Poesía, ¿ha leído dicho poema y qué opina de él? ¿Conoció al poeta tumbesino Julio Chiroque Paico? Cuéntenos. Y, en todo caso, ilústrenos: Para ser un poeta de carácter y obra social o comprometida como lo fue él,  ¿es necesario estar vinculado a un partido político o basta con tener un aprendizaje ideológico?

 

Con Julio Chiroque tuve oportunidad de encontrarme en reuniones de amigos, en un par de ocasiones. No tengo una visión amplia de su personalidad, aunque su parquedad me dio la impresión de corresponder a lo que la psicología denomina «humildad por superioridad» (y leí que el prototipo era Cristo). Al parecer, también era el caso de Vallejo, por las referencias que dan sus amigos. Lo cierto es que la última vez que conversé con él fue a comienzos de los años 90. Se apareció en la puerta del aula en la que yo tomaba un examen, así que esa circunstancia me impidió conversar más ampliamente con él. Y le dije que regresara en el lapso de los minutos que faltaban para que culminara el examen de marras. Pero ya no regresó. No pasó mucho tiempo para que me enterara de su lamentable deceso. Y, precisamente, en esa ocasión, antes de irse, me dejó el libro en el que figura el poema Los Gallos Vigilantes. Y es, ciertamente, un poema impactante, pues al leerlo me pareció revivir en la mente su fisonomía y su voz pausada pero enérgica. Y la tónica de los otros poemas que conforman el libro está en la misma línea. Obviamente, reflejan la identificación con el tipo de poesía que hoy por hoy se reconoce como la del anticanon (Jorge Luis Roncal), lo cual explica su marginación en el consenso de la literatura oficial. En tal sentido, para responder a su pregunta, que va relacionada con la mención de Julio en ella, y es la que sigue: ¿es necesario estar vinculado a un partido político o basta con tener un aprendizaje ideológico?, debo decir lo siguiente: en principio, desconozco si ese sea el caso de Julio ‘el estar vinculado a un partido político’; pero aunque así fuera eso no le resta mérito a su poesía. Y el hecho de que ella tenga un cariz rebelde o de protesta, no necesariamente por esto se la habría de acusar de responder a una imposición partidaria, explícita. Incluso si se tratara de una poesía hecha por encargo, esa acción de asumirla así sería expresión de la libertad de conciencia del escritor. Él es el único que decide lo que hará con su trabajo. Como escribe César Vallejo —refiriéndose a los escritores soviéticos en pleno proceso revolucionario de la Rusia soviética: «El ejercicio de la literatura es libre y no está organizado en ninguna escuela o academia oficial preparatoria, ni se sujeta a programas o cuestionarios coactivos del Soviet. “Esta literatura —decía Lenin— es libre porque las nuevas fuerzas que ella no cesa de acopiar, están movidas por la idea socialista y la simpatía de los trabajadores y no por el ansia de ganar ni por arribismo. Es una literatura libre porque en lugar de consagrarse a la heroína colmada de bienes, a los “diez mil de la alta sociedad”, se consagra a los cientos de millones de trabajadores, que constituyen la élite del país, su fuerza y su porvenir. Es una literatura libre, porque ella fecundará la última palabra del pensamiento revolucionario de la humanidad”.» (El arte y la revolución). Por lo que respecta a la otra parte de la pregunta, de si «basta con tener un aprendizaje ideológico», yo creo que la asunción de una ideología no es cuestión de aprendizaje (aunque las lecturas la refuercen), es una especie de absorción inconsciente que se va sedimentando en la conciencia de cada ser social. Es una forma de conocer el mundo, es la concepción que cada quien se forma de él. Hasta los que dicen no tener una ideología, esa ya es una manera ideológica de actuar en la sociedad. Son los indiferentes. Los desclasados y los lumpen. Los que dejan que los demás se jodan. Los que dicen: “Para cojudos, los bomberos”. Y esa es la ideología más deleznable.

 

  1. ¿Cuáles son sus tres mejores poemas que recomendaría a sus lectores? Háblenos de ellos.

 

Esta es una pregunta que me hace entrar en conflicto conmigo mismo y con mi rechazo a la competencia, pues tendría que hacer que compitan mis poemas entre sí. Y yo que no tengo hijos producto de mis órganos genésicos, no puedo hacer que mis hijos ideales compitan por «mi amor». De esta premisa se desprende que si alguien me pide que elija —como lo hacen ustedes— tres poemas, se me pone en una situación muy incómoda. Y menos he de hablar de ellos. Porque quien tiene que hablar de ellos o de tener una opinión sobre los mismos, son los lectores, pues los poemas buscan eso: que sean leídos sin que el poeta tenga que estarlos explicando. Trataré de salvar uno de esos dos escollos. Y voy a hacerlo con el primero. Y jugando a la yan quen po, he elegido estos tres (penúltimos e inéditos).

 

Volveré

 

Volveré de la prisión aunque sea eterna

Volveré de la masacre del genocidio del arresto arbitrario

Volveré con mis pies renovados y sus zapatos viejos

Volveré con mis manos callosas y sus dedos de aire

Volveré del silencio con mi grito más limpio

Volveré desde el fondo de la angustia más honda

Volveré siendo el mismo aunque en verdad sea otro

Volveré acompañado por mi sombra de siempre

Volveré junto a los otros que nunca me olvidaron

Volveré no lo olvides aunque no lo quiera el tiempo

Volveré a pesar del odio y del hambre que agobia

Volveré a cobijarme en tu abrasante y cálido invierno

Volveré porque el pueblo no se cansa de volver

a devolver el golpe que impide revolver la hoja del miedo

 

La ausencia es una espera

 

La ausencia es una espera asfixiante y angurrienta,

mientras el tiempo pasa embozado en sus relojes

y cambiantes calendarios, y tú te esmeras en seguir

creyendo en las mentiras de tu cuerpo que huye

por todas tus rendijas, y quedas convertido en esperante

creador en otros de la angustia por tu ausencia: corre,

ve y dile a esos oídos que estás hecho un basilisco

contra esta prisión de puertas abiertas, no renuncies

a la voz que tus ancestros te legaron. Hay miles de formas

de hacerlo. No desertes de ninguna. El silencio se viste

de etiqueta y asume poses exquisitas. Y tú solo tienes

una sola voz para gritar: «¡Basta! Ya me tienen harto

con su monserga de que la poesía no dice nada.» Y grita,

lo que te sale de los forros, en el oído de tu prójimo.

 

Hago un llamado urgente

 

Hago un llamado urgente a los piratas imperiales

que, acostumbrados a las genuflexiones de sus víctimas,

se refocilan en la creencia y la osadía de ser dueños

de la vida; los insto a escuchar este reclamo

de un hijo de la tierra en que ellos me murieron,

de una tierra a la que le crecen hijos como espejos

que acarician el deseo de ser dueños de sus sueños,

en este mundo y no en el otro que sus predicadores

nos venden como burdos caramelos de amargo

gusto; a esos filibusteros o embaucadores de feria

los conmino a hacerse hombres, y se busquen otro nombre

porque los sin nombre nunca hemos dejado de ser americanos

y a América la llamamos Nuestraamérica y no norteamérica

y les digo que el Sur, aunque les duela, es nuestro Norte.