A quienes nunca le dan
Ni un solo beso a su madre,
Les digo -aunque no les cuadre-:
Después se arrepentirán.

Si se muere por amor,

Se es héroe aun derrotado;
Sólo el que se muere odiado
No merece ni una flor.

Si el amor en todo su ancho
No hace discriminaciones:
Es injusto amar al chancho
Y no a sus chicharrones.

Esa burla que le hiciste

A mi escritura sencilla
Dejándome medio triste
No me agobia ni me humilla.

No me sorprende la duda,
Ni el ninguneo me ofende:
Pues si mata la pregunta
Resucita el que no miente.

El ardor de la mañana

Se vuelve hielo en la tarde;
Si al fin doblan las campanas,
¿Para qué hacer tanto alarde?

Un día más que desplaza

Sus haces vertiginosos:
¿Invernaré como el oso
O secaré cual la pasa?

Contengo en mi pecho el ramo
De rosas que te robé;
Contento con tus reclamos,
Te repetiré el porqué.

De llegar, llega la hora,

Porque la muerte es confín;
No confíes en la demora,
Si en toda espera hay un fin.

Ver llover es ver vacío,

Ver un espacio sin fondo
O cual decir: “No respondo
Porque nada de eso es mío”.


Si tan sólo te dedicas

A dormir a pierna suelta,
Lo fijo es que la revuelta
Te deje como canica.

Si haces una acción cualquiera
Que apunte a cambiar la historia,
Mañana, cuando te mueras,
Alguien de ti hará memoria.

Nadie se acuerda de nada
Del comienzo ni del fin:
Dos polos de una jornada;
Dos echados maniquís.

Cuando te digan que hay prisa
Para enojarse, con llanto,
Diles que también la risa
Es arma contra el espanto.

Si yo esperara de ti
Más de lo que yo te doy,
Tú te cambiaras por mí
Y el mañana sería hoy.

Yo no podría ser tú
Aunque ahora sea tuyo,
Mas, si permite tu orgullo,
Tú serás mi juventud.

Cuando dos sendas se funden,
Incluso por vez casual,
Ni una mar brava las hunde,
Si su unión es contra el mal.

No eches flores al camino
Por donde avanzan tus pies,
No vaya a ser que el destino

Te esté haciendo ir al revés.


La alternativa del feo
Es penetrar lo profundo
(Mientras al bonito veo
Decir: «No. Porque ahí me hundo».)


Si no fuera porque tengo
Auroras acumuladas,
Yo mismo diría que vengo
De una noche siniestrada.

Dejé de cantar mis penas
Desde que se hicieron lluvia,
Y hoy no sé si son cadenas
O si son sólo penurias.

Si sólo el corazón late
Más allá de la esperanza,
Los apremios de la panza
Son minúsculos combates.

“¿Qué se estará cocinando
Adentro de mi organismo?”
-Decía un sujeto cuando
Ya estaba frente al abismo.

No te pongas como ejemplo
Al hablar de maravillas,
Recuerda que es a lo lejos
Que las estrellas más brillan.

No llegues a creer que tú
Eres el centro del mundo;
Igual que la juventud,
Todo pasa, en un segundo.

Así como el horizonte
Es, por siempre, inalcanzable:
Más allá de los relojes
Sigue latiendo el instante.


Yo podría contestar
A tu pregunta precisa
“¿Cómo se mide el amar?”:
Desde el fuego a la ceniza.


Si ves, en fortuito caso,

Que un amigo vuelto malo
Se ausenta… pasito a paso,
Da gracias: es un regalo.

Los amigos, por medida,

Pueden ser buenos o malos;

A los primeros, con risas;

A los segundos, con palos.

Déjame llorar a mares
Sobre tu hombro, fiel amiga:
Las penas que se comparten
Si no se marchan, se alivian.


Si un trago de agua te ahoga
Felicítate por eso,
Hay quienes tienen la soga
Ajustadísima al hueso.

Si divulgas tus verdades
Que sea a cuenta de ti mismo;
Vanaglorias y bondades
Van a cuenta del egoísmo.

Adversarás todo ataque
Con tu conducta intachable:

Tan sólo un ser miserable

Puede temblar desde el saque.


Si los dolores empiezan
En huesos y otras regiones,
Ahí recién nos damos cuenta
Que no eran nuestros los goles.


Al aumentar el calor

Da ganas de andar desnudo,

En eso iguala al amor,

Y en lo que me canso y sudo.

No confundas “asterisco”
Con: no le hables “a este arisco”;

Ni, tampoco, “atributo:

Con: te lo digo «a ti, bruto».


El destino de la espina
Se parece al de la bala:
O es una buena asesina
O es una caricia mala.

Si tu fealdad es externa,
Que no lo sea por dentro;
Vale la voz por ser bella
Y por tener sentimiento.

Por más que la lluvia arrecie
Con sus espadas ajadas,
El que se cuide y aprecie
No debe temerle a nada.


Después de enterrar el pico

Ya no canta más el gallo:
Si para pelear me achico,
No quiere decir que callo.

¿Para qué cartera llena
En un ataúd vacío?
Vale más memoria buena
Que vuelve con el rocío.

Hay tantas caras de Cristo

Que ya no sé en cuál creer;
Lo importante es que yo existo
Y que creo en mi mujer.

Me esconderé tras la falda
De ese cerro generoso,
Si es que la ilusión respalda
A mi pueblo orgulloso.

Saca la arena del pozo
Cuando el pozo más se arena;
Ahí no cabe reposo,
Y el que se descuida, suena.

Mide con fe mi lamento,
Ponte a la altura de mí;
Te devolveré el aliento:
Así se aprende a vivir.

No digas a otro: “No llores”,
Si no sabes su dolor:
Dolores calman dolores,
El resto es dorar la flor.


No por ser inteligente
Has de creerte el mejor:
Para saberse valiente
Lo que hace falta es valor.

Si prefieres verme muerto
Antes que vivo enlodado,

Te llamaré amigo cierto

Y estaré, limpio, a tu lado.

La paloma de la paz
Clamaba ¡PAZ! con orgullo,
Mas no veía detrás suyo
Las balas del mandamás.


Rectifica mis errores,

Hazme conocer mi mal,
Antes de tirarme flores
O decir que soy tu igual.

Tenía tantas heridas
En su corazón gigante
Que, al hacer cuentas, la vida
Tuvo que indemnizarle.


Dile a los “kenyas” y “rivas”
Que no maten a los “tiernos”,
Y verás las siemprevivas
Crecer en nichos eternos.

Si no tuviera la paz

Sus armas, como la guerra,
Se le diría: “Estarás,
Antes de ser, bajo tierra”.

Y, aunque a muchos les asombre,
Esto dijo una mujer:
“Nada tengo que temer
Si tengo al lado a mi hombre».


Nada tengo que temer
Ni aun hallándome enfermo
Si a la hora en que me duermo
Tengo al lado a mi mujer.

Yo puedo cantar locuras
Y hasta puedo hacerlas, yo;
Mas si va a ser por las puras
Prefiero no hacerlas, no.

Si me invitaras comida

Quedaría agradecido,

Si me curaras la herida

Dejaría de ser herido.


Recuerda: no tiene precio

La honradez de tus acciones.
Sólo un idiota o un necio
Dirá que vale millones.

Volveré a escuchar el cuento
en cada voz que renazca:
al que tiene fundamento
ninguna muerte lo atasca.

No esperes que yo me vaya
A morir de miedo. Estoy
Acostumbrado a las vallas
Del dolor de ayer y de hoy.

Yo quisiera hacer de ti
Mi refugio consentido;
Tú puedes hacer de mí
Tu habitante preferido.

No tengo miedo al disparo
Con que tú te vistes, muerte,
Si de morirme no paro,
¿Cómo, muerte, he de temerte?