Entrevista hecha a raíz de la publicación del libro «El mentiroso y el escribidor».

José Luis Ayala.- El título de tu libro es «El mentiroso y el escribidor: teoría y práctica literarias de Mario Vargas Llosa», ¿por qué Mario Vargas sería un mentiroso?

JC.- Ese apelativo lo relaciono a su actividad de teórico de la literatura. Algunas de sus opiniones en torno a aspectos teóricos de la literatura (vertidas en libros como: La orgía perpetua, Historia de un deicidio o Cartas a un novelista) rayan el nivel de la mentira, término que -por otro lado- tiene correspondencia con su propia conceptualización de la novela, cuando señala que ésta “es una mentira”. Para poner un ejemplo de falsedad teórica, en uno de sus escritos, dice que ‘los orígenes de la literatura se confunden con los de la escritura’, y ésta es una falsedad porque ya se ha determinado que la escritura se origina cuarenta siglos antes de nuestra era (4 000 años antes de Cristo) y los orígenes de la literatura (al menos la Occidental) se ubica treinta siglos después de aquel acontecimiento, es decir, en el siglo X a. C., con los poemas homéricos…

JLA.- ¿Y respecto de su definición de la novela como una mentira?

JC.- Es una opinión respetable (aunque no original, pues ya otros autores la han usado), pero digo que es respetable en la medida que cada quien puede autodefinir su trabajo como mejor le parezca. Sin embargo, eso se convierte en una trapacería cuando se pretende hacerlo común a todo el género novelístico. Y lo mismo ocurre con los otros postulados de MVLl, por ejemplo, que los temas de las novelas son “demonios incontrolables”, que el novelista es un “rebelde ciego” cuya máxima aspiración es “asesinar a Dios” y que, finalmente, lo que crea (con el saqueo de la “realidad creada por Dios”) es una “realidad ficticia”; es decir, todas son expresiones que de usarlas para autodefinirse él mismo o su trabajo particular, nadie tendría porqué cuestionarle esa elección personal; pero en tanto la quiere presentar como una definición genérica aplicable a todos los novelistas, empieza ya a rayar en lo falso, desde el punto de vista teórico.

JLA.- Y, en el otro extremo del título, ¿por qué Mario Vargas Llosa es un escribidor?

JC.- Bueno, en principio, porque él mismo puso de moda el término con su novela La tía Julia y el escribidor, y, a partir de entonces, muchos usan la expresión -de manera un tanto desaprensiva- para referirse a todo escritor, cuando en realidad con él se hace referencia a un “mal escritor” o, por lo menos, a quien comete errores al momento de escribir. Y éste es el caso de Mario Vargas Llosa. He detectado varios errores de escritura, preferentemente, en sus textos narrativos (en sus textos informativos esos errores devienen mentiras); pero es pertinente señalar que son varios lectores los que han hecho el descubrimiento de errores en su escritura. Por poner un ejemplo, en Lituma en los Andes, cuando ya está a punto de desaparecer el campamento de Naccos, Lituma va a la cantina, pregunta qué hay de comer y le responden que “sólo hay galletas de agua” y luego el cantinero le alcanza un plato de latón con “agujereadas galletas de soda”; pero si le acababan de decir que “sólo había galletas de agua”; también en La guerra del fin del mundo, cuando describe a un personaje dice que “usaba un chaleco sin mangas”, que es como si se dijera que usaba un “bivirí sin cuello”; si el chaleco tuviera mangas y el bivirí tuviera cuello, dejarían de ser lo que se quiere que sean.

JLA.- ¿Tus planteamientos tienen alguna carga ideológica?

JC.- Sería iluso decir que no. Toda opinión -quiérase o no- está cargada de ideología (en el mejor sentido del término: como un conjunto de ideas que da forma a la conciencia del individuo). Pero he procurado hacer que esa ideología mía sirva en la mayoría de los casos para refrendar mis concepciones literarias, mis apreciaciones estéticas, mis convicciones poéticas. Evito opinar, por ejemplo, sobre las actitudes políticas de Mario Vargas Llosa. Prefiero no salirme de los parámetros señalados en el título: la teoría y la práctica literarias. Aunque en ciertos casos, cuando -por ejemplo- tergiversa las ideas estéticas de Bertolt Brecht, apoyando su “interpretación” en la concepción política de Brecht, no puedo dejar de relacionar ese desliz con la posición política opuesta de Varga Llosa. Y lo mismo he debido hacer al abordar el trato infame que da a autores tan respetables como Antonio Cornejo Polar o Washington Delgado.

JLA.- ¿Merece Mario Vargas Llosa el Premio Nobel?

JC.- Por El pez en el agua o el Diario de Irak se merece el Premio Nobel de la infamia.

Esta es una entrevista que apareció con recortes y modificaciones en el Diario “La Primera”, 22-11-2007.