«Vale más canción humilde que sinfonía sin fe». J.C.
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¿Quién puede realizar acción tan ilógica? El único: Pedro Rojas. El personaje lírico, cuya acción es descrita así por César Vallejo: “Solía escribir con su dedo grande en el aire: / Viban los compañeros. Pedro Rojas.” Y esa desconcertante escritura vallejiana nos está diciendo, en


verdad, que Pedro Rojas escribía en las paredes la frase con que da vivas a los luchadores de la democracia contra el fascismo, que había perpetrado su golpe de Estado contra el gobierno republicano, y diera inicio a la guerra civil que duró de 1936 a 1939, en España.


Y Vallejo está diciendo que ‘escribir en las paredes es como escribir en el aire’, porque –así como el aire– las miradas de los transeúntes pasan y se llevan la frase: “Viban los compañeros. Pedro Rojas.” Pero obsérvese que es una frase doblemente delatora, porque revela los errores de quien la escribe (“con esa b del buitre en las entrañas”, dirá Vallejo); pero también delata a su autor, porque éste escribe su nombre al pie. Obviamente, sus enemigos no tuvieron que hacer muchos esfuerzos para identificarlo, capturarlo y matarlo “entre el cabello de su mujer, la Juana Vásquez”, es decir, en su casa, junto a su mujer que sólo tenía para esconderlo la débil fortaleza de sus cabellos, que son símbolo de la mujer toda: no vemos su rostro, no vemos su cuerpo, sólo sus cabellos.


Y ese es el secreto de la poesía. Decir las cosas sintética e indirectamente, y, no obstante, con tal carga de significado que emociona. Y no importa que esté hablando –como en este caso– de un tema social, real y directo, o que se haga de sueños irreales o imágenes indirectas y mediatas. Lo importante es que quien lea el poema sienta que no es algo común (como puede serlo una noticia periodística, cuyo significado es evidente) sino que quien lo lee siente que él está descubriendo algo que no está dicho ahí, directamente.


Y entonces el lector se convierte también en un creador de segundo plano, es decir: un recreador. Vuelve a crear a partir de lo creado por el poeta. Es probable que descubra significados que no se le habían ocurrido al poeta. Y, por eso, un mismo poema puede suscitar distintas lecturas en lectores diversos, cada lector puede darle un significado diferente, pero vital, porque la poesía es así de transparente, como el aire, como el cristal.