«Vale más canción humilde que sinfonía sin fe». J.C.
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“Hay frases y frases, mi querido Sancho” –diría el Quijote. Conste que no he puesto “dijo” sino “diría”, por lo tanto no es cita textual; es cita apócrifa, que las hay, y que a veces tienen la suerte de prevalecer sobre las de “rostro verdadero”. Y ese, tal vez, sea el origen de los refranes. Por eso no hay que sorprenderse si se cita a un autor con una frase que nunca dijo o que le pertenece a otro: “Usos son de la guerra: vencer y ser vencido” (¿Atahualpa?, ¿Napoleón?).

Alguna vez leí en un texto, impreciso, que la frase “saber dónde aprieta el zapato” se la atribuían a un escritor español, y la explicación de la frase era ésta: A un personaje se le recrimina por el hecho de haber repudiado a su mujer que –se argumentaba– era buena, discreta y, además, hermosa; a lo que él respondió, mostrando su zapato: “¿No es bonito, nuevo y está muy bien hecho?” Y, como sus censores aceptaran que sí, él les retrucó: “Pues, sólo yo sé dónde me aprieta”. Pero lo cierto es que la frase no pertenece al autor español a quien era endilgada, sino que es puesta por Plutarco en boca de Paulo Emilio, uno de sus biografiados.

Lo censurable se da cuando se dice algo como propio, y resulta que muchos ya lo habían escuchado o leído como perteneciente a otro. Es el riesgo al que nos conduce la ignorancia. Como se ignora las obras de los genios, se puede estar diciendo algo que ellos ya habían dicho (y con mayor pericia). Se cuenta de Blas Pascal que lo obligaban a estudiar gramática y él quería estudiar matemática. Y como lo encerraron en su habitación sin ningún libro de matemáticas, pues él por su propia cuenta volvió a inventar la geometría. Algo similar le podría ocurrir a cualquier Robinson Crusoe que, por necesidad, se viera obligado a inventar la pólvora o demostrar que es la Tierra la que se mueve alrededor del Sol, y aun dársela de Colón creyendo que ha descubierto América.

A propósito de Colón, recuerdo una anécdota que el poeta chiclayano Alfredo José Delgado Bravo atribuía a un profesor suyo, quien, en una fiesta, pisó el pie de una señora, y ésta le dijo: “Doctor, más abajo pisó Colón”, y aquél replicó: “Sí, pero Colón pisó tierra virgen”. Si alguien repite esta anécdota atribuyéndosela a Alfredo José Delgado Bravo, quedará demostrado cómo se genera este tipo de equívocos.