J.C.
En un artículo previo traté el tema de la mentira. Ahora, frente a ciertas declaraciones a la prensa de la más alta autoridad de
Un hecho incontrastable que desbarata ese infundio lo constituye el resultado de las últimas elecciones para representantes docentes a
Ahora bien, tratando un tema más amplio, es lamentable haber visto imágenes de escándalo en las primeras planas de los diarios, en las que aparece la más alta autoridad universitaria “pechando” a un impugnador de sus actos, al más puro estilo “callejón de un solo caño”. Es decir, un docente universitario no espera ver una reacción de esa facha en la autoridad que representa a una institución depositaria del saber y la cultura. Pero eso que -haciendo una extensión extrema- puede atribuirse a una “cuestión de estilo”, es decir como un exabrupto de facto, se empequeñece cuando de la acción se pasa a la palabra. Ahí se extraña la cuestión de orden del rey de España para decirle: “¿Por qué no te callas?” Que el Rector declare percibir un sueldo de 23 mil soles, desmiente con creces sus reclamos del 2005 cuando se rasgó las vestiduras diciendo que sólo percibía diez mil. Y lo más grave es que diga: “el cargo de Rector no es eterno, es un aseguramiento financiero de mi vida, de mi familia…” Por favor. En estos casos la jerga judicial es taxativa: “A confesión de parte, relevo de pruebas”. Las denuncias de los diarios, de que cobra hasta por respirar, se confirman.
Si la autoridad universitaria velara por la sindéresis de su investidura se habría ahorrado el haber hecho tremendo papelón con acciones matonescas y, lo más importante, no habría sido descubierto en flagrante mentira respecto de su sueldo, y en ostensible admisión de que el cargo de Rector en los últimos tiempos (¿o siempre?) se ha convertido en un botín… de guerra.
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