Yo me quedo -viniendo-
Con los versos
Claros y humildes, casi franciscanos,
De la rosa es la rosa y su milagro,
O, esta mañana el viento
Ha engendrado la espiga
Útil y bella como la amapola.
Con ellos
En la tierra me quedo.
Este es el reino innumerable
En donde, a cada instante,
El milagro infinito se renueva para el canto.
Froto mi lámpara y lo miro.
Y en la propia palabra lo consigno
Con algo de su luz
Para quien quiera oírmelo y cantarlo.
Aquí hay cimas y abismos.
Sin embargo, amo el verso sencillo:
El apretón de manos con toda la amistad
Del pecho conmovido; decirte:
“Eres hermosa”. Decir: “Anímate,
No estás solo,
Pobre negrito de Little Rock”.
Encontrarme en los otros
Lo mejor de la vida,
Como el agua de lluvia
En las hojuelas de las yerbecillas.
Hacer el bien, sentirlo y proclamarlo
De alba en alba,
Con la belleza noble
Y perdurable
Que yo logre poner en mi palabra.

Carlos Luis Sáenz,
Costa Rica