De tergiversaciones y otras perlas…

Cuando —hace muchos años— compré las Obras completas de Haya de la Torre , no me arrepentí de haberlo hecho, pese a su poco valor intelectual, porque —o, precisamente, por eso— pude detectar, desde la «Nota prologal», su deshonestidad intelectual. Y, bien —me dije—, en esta compra hay algo positivo, en tanto permite aplicar el famoso aforismo de Mao Zedong: «Del maestro negativo también se aprende» (es decir, se aprende a no incurrir en sus errores). Y, bueno, tendría para largo exponer todas las perlas de esas Obras completas. Como dice el dicho popular: para muestra basta un botón: y es un botón bastante grueso.

Hay un momento en que haya pretende ser honesto, y reconoce haber sido marxista, pero para explicar por qué ya no lo es (o lo es a su manera) asegura basarse en el mismo marxismo, pues dice que según el método dialéctico: todo cambia, nada permanece estático y, por lo tanto, para Haya, como ya habían pasado más de cien años de los planteamientos de Marx, entonces estos ya habían envejecido y tenían que ser superados por otros; y, por supuesto, Haya se sintió llamado a ser él quien los superase. Y es así que continúa «dialectizando» (si cabe el neologismo) y dice que la base de su dialéctica (no de la dialéctica marxista) consiste en que todas las cosas tienen un lado bueno y un lado malo. Y, entonces, si para Marx el capitalismo era malo, para el mismo Marx también el capitalismo era bueno. Y para demostrarlo empieza citando a Hegel, quien pone de relieve los logros alcanzados por el capitalismo en los Estados Unidos. Y, de ahí, Haya da un salto que también pretende dialéctico (aunque bien se sabe que no por plantear contradicciones se es dialéctico), y dice:

Acaso estos conceptos de Hegel sobre las dos Américas [Norte y Sur] inspiraron magistralmente a Marx y Engels en sus primeras opiniones admirativas sobre los Estados Unidos. Importa recordar que Marx joven, en una célebre carta a Pavel Vasielevich (sic) Annenkov, fechada el 28 de diciembre de 1846, —dos años antes de la publicación de su Manifiesto Comunista—, hace el fervoroso elogio de los Estados Unidos cuando aún imperaba en ellos el régimen de la esclavitud y lo defiende como un sistema necesario para la industria moderna. Plantea así «el lado bueno de la esclavitud».

Y, a párrafo seguido, Haya hace la cita de Marx en la que —según él— hay poco menos que un panegírico a la esclavitud. Veamos:

La esclavitud directa es un pivote de nuestro industrialismo actual, lo mismo que las máquinas, el crédito, etc. Sin la esclavitud no habría algodón, y sin algodón no habría industria moderna. Es la esclavitud la que ha dado valor a las colonias, son las colonias lo que ha creado el comercio mundial, y el comercio mundial es la condición necesaria de la gran industria mecanizada… La esclavitud es por tanto una categoría económica de la más alta importancia. Sin la esclavitud, Norteamérica, el país más desarrollado, se transformaría en un país patriarcal. Si se borra a Norteamérica del mapa del mundo, tendremos la anarquía, la decadencia absoluta del comercio y de la civilización modernas. Pero hacer desaparecer la esclavitud equivaldría a borrar a Norteamérica del mapa del mundo. La esclavitud es una categoría económica y por eso se observa en cada nación desde que el mundo es mundo. Los pueblos modernos solo han sabido disfrazar la esclavitud en sus propios países e importarla al nuevo mundo.

En efecto, si se lee el texto (o se transcribe) como lo ha hecho Haya, se tiene que concluir que Marx estaría haciendo un elogio y una justificación de la esclavitud. Pero yo estoy seguro que eso no es lo que ha leído Haya. Lo que él ha hecho, a propósito, es extraer la cita de su contexto y la ha manipulado, a su antojo. Y a eso se le llama deshonestidad intelectual. Un lector del «prólogo» de Haya que no tenga acceso al texto original de Marx se quedará convencido de que él ha dicho lo que Haya le ha hecho decir. Cuando, en realidad, lo que —propiamente— ha hecho Marx es una paráfrasis de las ideas de Proudhon, comentando el libro de este La filosofía de la miseria. Y, en la carta a Annenkov, en un párrafo anterior al citado (¡y omitido!) por Haya, dice Marx: «Ahora le daré un ejemplo de la dialéctica del señor Proudhon». Y empieza a parafrasear las ideas de este. Y dice:

La libertad y la esclavitud forman un antagonismo. No hay necesidad de referirse a los lados buenos y malos de la libertad. En cuanto a la esclavitud, huelga hablar de sus lados malos. Lo único que debe ser explicado es el lado bueno de la esclavitud. No se trata de la esclavitud indirecta, de la esclavitud del proletariado; se trata de la esclavitud directa, de la esclavitud de los negros de Surinam, en el Brasil y en los Estados meridionales de Norteamérica.

Y luego de este párrafo introductorio de las ideas de Proudhon —ideas que está parafraseando Marx, porque así se lo ha indicado a su corresponsal— viene el párrafo tergiversado, manipulado por Haya, al final del cual (final que también sibilinamente oculta Haya), dice Marx: «¿Qué hará nuestro buen señor Proudhon después de estas consideraciones acerca de la esclavitud? Buscará la síntesis de la libertad y de la esclavitud, el verdadero término medio o equilibrio entre la esclavitud y la libertad» (Ibídem).

O sea que Proudhon había hecho lo que pretende hacer Haya en su El antiimperialismo y el Apra. En el que también apela a esa dualidad de lo bueno y lo malo que hay —según él— en todo. Y dice que, en efecto, el imperialismo tiene un lado malo y un lado bueno. El lado malo es su sistema explotador de los pueblos «subdesarrollados»; pero tiene el lado bueno de sus inversiones de capital que permiten desarrollarlos. Y lo que él propone es que se acepte del imperialismo ese su lado bueno, dejando de lado su lado malo. Esa «superación» hayista de la dialéctica materialista del marxismo no es ni siquiera un retorno a la dialéctica de Hegel (más prestigiosa) sino una recurrencia a la dialéctica de Proudhon, a la que Marx descalifica totalmente en su libro Miseria de la filosofía (es un retruécano del título de Proudhon), y en este dice Marx:

Veamos ahora qué modificaciones hace sufrir el señor Proudhon a la dialéctica de Hegel aplicándola a la economía política. Para el señor Proudhon, toda categoría económica presenta dos aspectos, uno bueno y otro malo. Considera las categorías como el pequeño burgués considera a los grandes hombres de la historia: Napoleón es un gran hombre; ha hecho mucho bien, pero también mucho mal. El buen aspecto y el mal aspecto, la ventaja y el inconveniente, en conjunto, forman para el señor Proudhon la contradicción en cada categoría económica. Problema que hay que resolver: conservar el buen aspecto, eliminando el malo (1961: 339).

Visto el ejemplo de tergiversación y/o manipulación de los textos. Voy a poner otro que he descubierto en un artículo —¡quién lo diría!— del connotado Luis Jaime Cisneros, quien desvía la atención del lector hacia una concepción de orden idealista, formalista que, dice, es permanente en el pensamiento de César Vallejo; pero lo hace basado solo en una de sus crónicas periodísticas, para declararla como definitiva en la estimación del poeta, relacionándola incluso con la política. Sobre el particular dice:

… en estas crónicas documentamos también cuál era para él (y parecen haberlo malentendido sus devotos) la función política del escritor. Ya desde 1926 la función política del poeta es clara y no se confunde con “actitudes de capitulero o de sectario”. (La cursiva es mía).

Hagamos un alto aquí. No es que, «ya desde 1926» y hasta siempre, CV va a actuar así como dice LJC. Se puede convenir, sí, que en esa fecha, y desde antes, hasta 1928, CV todavía tiene una visión idealista de la vida, mas no por eso alejada de la realidad. Esta es una contradicción en la que su conciencia se debatió, pero que, finalmente, se definió —después de su viaje a la Unión Soviética— a fines, precisamente, de 1928. Sigamos con LJC:

Si el arma predilecta es la palabra, el hombre esencial es la mejor preocupación y la sola verdad social (…) Muy clara es para él la lealtad que un intelectual debe a su natural quehacer y lo asiste una recta convicción sobre el ‘rol político’. (Cursiva mía)

Esta apreciación de LJC no solo es aplicable a CV. Todo artista e intelectual es fiel «a su natural quehacer», pero eso no quiere decir que sirva como pretexto de evasión de la realidad. Y, por supuesto, el intelectual (y el artista lo es) no ha de dejar que desde fuera de su albedrío ético y estético, se le impongan pautas de creación; impuestas, por ejemplo, por un partido político; lo cual no quiere decir que se esté inhibiendo de manifestar su concepción política desde su libertad total como ser humano. Pero esa supuesta ‘lealtad al hombre esencial y a su natural quehacer’, de una manera así de taxativa como LJC se la está atribuyendo a CV no se ve en él ni en sus libros iniciales (Los heraldos negros y Trilce, para referirnos solo a la poesía). Es más, en el último de los poemas en prosa (empezados a escribir a su llegada a Europa), dice, al final: «hombres de las esencias (…) dejadme despierto de sueño, con todo el universo metido, aunque fuese a las malas, en mi temperatura polvorosa». Pero, continúa LJC (y esta es la parte más definida de la manipulación):

En 1928, y a propósito de un polémico libro de Julien Benda, La trahison des clercs [La traición de los intelectuales] se declara defensor [¡Vallejo!] del pensamiento puro frente a quienes “perpetran traición del pensamiento puro… a favor de las pasiones políticas”. ¿Y qué significa defender, con Benda, el pensamiento puro? Defender la actividad “abstracta y desinteresada del espíritu”. ¿Y cómo define Vallejo esta actividad? Mejor lo digo con sus propias palabras: “Un juego místico y libre de creación suprema cuyos móviles y fines no se relacionan con los intereses momentáneos de la vida social ni con las luchas políticas en general” (JP, 317 ). (Cisneros, 1993: 24-25).

En esta cita hay, pues, una manipulación —insospechada en LJC—, pues las dos últimas expresiones que atribuye a CV son, en realidad, paráfrasis que este hace del autor que comenta. Y, del mismo modo como vimos que hizo Marx al comenzar su paráfrasis de Proudhon, CV dice:

Julien Benda acusa en su libro, a los pensadores del delito de traición al pensamiento puro, perpetrado a favor de las pasiones políticas. (Cursiva mía).
No es, pues, como dice LJC que CV se esté declarando «defensor del pensamiento puro frente a “quienes perpetran traición del pensamiento puro … a favor de las pasiones políticas”». Lo que hace CV es precisar que eso es lo que dice Benda. Es más, después de punto seguido, añade:

Pensamiento puro, a juicio de Benda, es la actitud abstracta y desinteresada del espíritu… (Cursiva mía).

Y esta es la segunda cita que hace LJC de CV, pero omitió la frase explicativa: «a juicio de Benda», e, inmediatamente, pasa a atribuirle todo el pensamiento de Benda, y dice que es así ‘como define Vallejo esta actividad’, precisando que lo cita «con sus propias palabras» (cuando son palabras de Benda parafraseadas por CV): «un juego místico y libre de creación suprema cuyos móviles y fines no se relacionan con los intereses momentáneos de la vida social ni con las luchas políticas en general». Y toda la crónica —cuyo contenido LJC se lo asigna a CV como de su propiedad— no es sino una exposición fiel de las ideas de Julien Benda. No son ideas de CV. Es más, en todos los párrafos del artículo hace la precisión explicativa. Ya hemos visto que en el párrafo segundo dice: «Julien Benda acusa en su libro», y ahí mismo dice: «A juicio de Benda», y, más adelante: «En opinión de Benda» y «—dice Benda—». Y el párrafo tercero, igual, empieza así: «El “clerc” moderno, para Benda». Y el párrafo cuarto empieza: «Benda exlama estupefacto», y etc., etc., etc.

Como decía José Carlos Mariátegui en la polémica con Luis Alberto Sánchez: ‘por favor, no deduzca mis ideas de mis citas’ (en este caso de ‘mis paráfrasis’). Y —es pertinente decirlo— ¿cuál es el lado negativo de esa manipulación? Que todo lector que no tenga acceso al libro de CV editado por Jorge Puccinelli, va a dar crédito a lo escrito por LJC, dado su prestigio académico: que CV «se declara defensor del pensamiento puro frente a quienes “perpetran traición del pensamiento puro… a favor de las pasiones políticas”», como lo quiso hacer pasar LJC.

Sin embargo, y no obstante ese tráfago de ideas, esto nos lleva a aceptar el juicio que encierra el título de Julien Benda: ‘que hay intelectuales traidores’, porque la de intelectual no es una esencia supra terrenal, sino todo lo contrario. Pero, la posición definitiva de CV sobre el particular es, más bien, opuesta a la de Benda y, por cierto, también a la de LJC. Dice CV:

El objeto o materia del pensamiento transformador radica en las cosas y hechos de presencia inmediata, en la realidad tangible y envolvente. El intelectual revolucionario opera cerca de la vida en carne y hueso, frente a los seres y fenómenos circundantes. Sus obras son vitalistas. Su sensibilidad y su método son terrestres (materialistas, en lenguaje marxista), es decir, de este mundo y no de ningún otro, extraterrestre o cerebral. Nada de astrología ni de cosmogonía. Nada de masturbaciones abstractas ni de ingenio de bufete. El intelectual revolucionario desplaza la fórmula mesiánica, diciendo: «mi reino es de este mundo» (1973: 14).

Al leer lo escrito por LJC en su artículo «Una lanza por Vallejo» (lo entendemos como ‘una lanza contra Vallejo’), y al cotejarlo con el artículo que Vallejo escribió sobre Benda, notamos que él sí actuó con honestidad intelectual, pues expone las ideas del autor comentándolas sin alterarlas ni atribuirle otras; y al hacerlo, sin considerarnos sus devotos, como despectivamente dice LJC (los intelectuales y artistas como CV no tienen devotos, tienen seguidores y admiradores), no lo malentendemos; simplemente, lo leemos bien. Y llegamos a la conclusión de que aquello que ha parafraseado de Benda no se encuentra como propio suyo en ninguno de sus otros escritos. Y, por el contrario, leyéndolo bien en todos sus textos encontramos siempre a un escritor que asienta básicamente sus pies en la realidad, y esta actitud se resolverá en una declarada comprensión de la misma sobre la base de su última y definitiva concepción ideológica, marxista, que es con la que murió y es inmodificable, y cualquier intento de hacerla modificable es una trahison.

Julio Carmona