GUAMÁN POMA EN EL DEBATE RACIAL
El siguiente texto, difundido como noticia por Internet, ha motivado varias reacciones. Aquí incluyo un comentario muy sagaz sobre el tema, porque tiene concomitancia con el ya publicado en torno a Guamán Poma de Ayala en este mismo blogg. Veamos, primero, la noticia y, luego, el texto crítico que pertenece al estudioso Jorge Majfud <majfud@gmail.com>.
“El profesor estadounidense James Watson, que ganó el Premio Nóbel por ser uno de los descubridores de la estructura del ADN, está suscitando varias críticas por asegurar que las personas negras son menos inteligentes que las blancas. El Doctor James Watson estaba programado para que diera un discurso en el Museo de Ciencias de Londres, en Gran Bretaña, pero su conferencia fue cancelada luego de que se publicara en un periódico británico la respuesta de Watson a una pregunta sobre el futuro a largo plazo de África. Watson dijo: «Todas nuestras políticas sociales se basan en el hecho de que su inteligencia es igual a la nuestra, cuando en realidad todas las pruebas demuestran que no es así». El laboratorio de investigaciones de Watson, el Cold Spring Harbor Laboratory, lo suspendió por haber proferido esos comentarios.
Breve historia de la idiotez ajena
por Jorge Majfud <majfud@gmail.com>
19-10-2007
Esta semana el biólogo James Watson volvió a insistir sobre la antigua teoría de la inferioridad intelectual de los negros. Esta antigua teoría fue apoyada por un estudio en los ’90 de Charles Murray y Herrnstein sobre «ethnic differences in cognitive ability» que mostraban gráficas de coeficientes intelectuales claramente desfavorables a la raza negra. Ahora Watson, de paso, ha propuesto la manipulación genética para curar la estupidez, pero no menciona si es conveniente curar la estupidez antes de realizar cualquier manipulación genética. También los nazis —y quizás Michael Jackson— eran de la misma idea que Watson. Ni Hitler ni los nazis carecían de inteligencia ni de una alta moral de criminales. Como recordó un personaje del novelista Érico Veríssimo, «durante a era hitlerista os humanistas alemães emigraram. Os tecnocratas ficaram com as mãos e as patas livres».
Veamos dos breves aproximaciones al mismo problema, uno filológico y otro biológico. Ambos ideológicos.
Por sus denuncias a la opresión de los indígenas americanos, Bartolomé de las Casas fue acusado de enfermo mental y sus indios de idiotas que merecían la esclavitud. Es cierto que sus crónicas y denuncias fueron aprovechadas para acusar a un imperio en decadencia por parte de la maquinaria publicitaria de otro imperio en ascenso, el británico. Pero esto es tema para otra reflexión.
El erudito español Marcelino Menéndez Pelayo en 1895 calificó a de las Casas de «fanático intolerante» y a Brevísima Historia, de «monstruoso delirio». Su más célebre alumno y miembro de
En su intención de demostrar la enfermedad mental del denunciante, Pidal se encuentra con indicios contrarios y resuelve, por su parte, una regla psicológica que lo arregla todo: «el paranoico, cuando sale del tema de sus delirios, es un hombre enteramente normal». Luego: «Las Casas es un paranoico, no un demente o loco en estado de inconsciencia. Su lucidez habitual hace que su anormalidad sea caso difícil de establecer y graduar». Que es como decir que era tan inteligente que no podía razonar correctamente, o por su lucidez veía ilusiones. Bartolomé de las Casas «vive tan ensimismado en un mundo imaginario, que queda incapaz para percibir la realidad externa, que es la desbordante energía desplegada por España en los descubrimientos geográficos». Una confesión significativa: «Las Casas hubiera sido, dada su extraordinaria actividad, un excelente obispo en cualquier diócesis de España, pero su constitución mental le impedía desempeñar rectamente un obispado en las Indias». De aquí se deducen dos posibilidades: (1) América tenía un efecto mágico-narcótico en algunas personas o (2) los obispos de España eran paranoicos como de las Casas pero por ser mayoría era tenido como algo normal.
Esta idea de atribuir deficiencias mentales en el adversario dialéctico, se renueva y extiende en libros masivamente publicitados sobre América Latina, como Manual del perfecto idiota latinoamericano (1996) y El regreso del idiota (2007). Uno de los libros objetos de sus burlas, Para leer al pato Donald (1972) de Ariel Dorfman y Armand Matterlart, parece contestar esta posición desde el pasado. El discurso de las historietas infantiles de Disney consiste en que, «no habiendo otorgado a los buenos salvajes el privilegio del futuro y del conocimiento, todo saqueo no parece como tal, ya que extirpa lo que es superfluo». El despojo es doble, casi siempre coronado con un happy ending: «Pobres nativos. Qué ingenuos son. Pero si ellos no usan su oro, es mejor llevárselo. En otra parte servirá de algo».
Sócrates o Galileo pudieron hacerse pasar por necios, pero ninguno de aquellos necios que los condenaron pudieron fingir inteligencia. Eso en la teoría, porque como decía Demócrates, «el que amonesta a un hombre que se cree inteligente trabaja en vano».
En Examen de ingenios para las ciencias (1575), el médico Juan Huarte compartía la convicción científica de la época según la cual el cabello rubio —como el de su rey, Felipe II— era producto de un vapor grueso que se levantaba por la fuerza de la inteligencia. Sin embargo, afirmaba Huarte, no era el caso de los alemanes e ingleses, porque su cabello rubio nace de la quema del mucho frío. La belleza es signo de inteligencia, porque es el cuerpo su residencia. «Los padres que quisieren gozar de hijos sabios y de gran habilidad para las letras, han de procurar que nazcan varones». La ciencia de la época sabía que para engendrar varón se debía procurar que el semen saliera del testículo derecho y entrase en el lado derecho del útero. Luego Huarte da fórmulas precisas para engendrar hijos de buen entendimiento «que es el ingenio más ordinario en España».
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Jorge Majfud
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