En otros tiempos, la Inquisición tenía el poder de juzgar a librepensadores, judíos, moros, protestantes o cualquier hombre o mujer acusados de herejía, brujería u otra tontería, por venganza o para despojarlos de sus bienes. Tras concienzudas sesiones de tortura, los condenada casi siempre a perecer en la hoguera, después de lo cual convocaba a la población para asistir al auto de fe (¡y ay del que no fuera!).

La inquisición tenía su sede en uno de los lados de la plaza Bolívar.

Los autos de fe eran espectáculos rebosantes de jolgorio, comentarios y hurras, como las corridas de toros. Los acomedidos se disputaban el privilegio de amontonar la leña. Se alquilaban asientos en los balcones y la plaza, y las vivanderas aprovechaban para vender butifarras, buñuelos y refrescos, muy apetecidos para aliviarse del intenso calor de la pira. El olor de la carne en el fuego excitaba la imaginación y el apetito. Por supuesto, sólo se conmovían los parientes de la víctima que lloraban desconsolados en un rincón.

Ahora, en esa plaza, se levanta el Congreso de la República, y en su hemiciclo y salas de debate el país presencia el espectáculo mediático de un cargamontón a un representante que es al mismo tiempo vicepresidente de la República, a quien juzgan por cierto hecho, no probado en debida forma, y a quien sus acusadores ya dan por descontado que expulsarán de sus cargos e inhabilitarán por un largo período.

De este caso, se sabe lo que los periódicos han informado, lo que se podría resumir del modo siguiente:

Ese funcionario estuvo en una comida en el restaurante Brujas de Cachiche con tres generales de policía, su hermano y un amigo. Tiempo después, hubo una purga en la policía, y uno de los generales afectados, invitado a ese almuerzo, denunció al vicepresidente congresista por haberles pedido —según dijo—desalojar a unos trabajadores que ocupaban un complejo agroindustrial, para favorecer a un grupo de accionistas.

Como era de esperarse, esta denuncia fue recogida por los grupos políticos adversarios del partido de gobierno y empezaron su bombardeo, que reprodujo el poder mediático, atronando el ambiente, como una noche de tormenta.

Por esa campaña, el Congreso de la República ha suspendido en sus funciones de congresista al denunciado por el término de ciento veinte días, lo máximo que podía imponerle.

Pero no se conforman con eso. Quieren destruirlo para siempre, sometiéndolo a un auto de fe político.

Cualquier persona con algún conocimiento de derecho sabe que a toda persona se le presume inocente mientras no se pruebe lo contrario. Si la persona ha estudiado teoría del derecho sabe, o debe saber, que las presunciones juris tantum son aquellas que se desvirtúan por la prueba en contrario. En consecuencia, la presunción de inocencia se mantiene hasta que la administración de justicia reconozca la inocencia o declare la culpabilidad, en última instancia.

Por la Constitución Política, “La potestad de administrar justicia emana del pueblo y se ejerce por el Poder Judicial …” (art. 138º).

El Congreso de la República carece del poder de administrar justicia. Pero, además, dominados por sus intereses y pasiones políticas, los congresistas no garantizan la emisión de juicios imparciales. Sin embargo, el Congreso puede suspender, inhabilitar o destituir a un funcionario (art. 100º). ¿Cómo compatibilizar esta atribución con su carencia de jurisdicción, es decir con su imposibilidad jurídica de juzgar y condenar, porque la inhabilitación y la destitución son sanciones, y muy graves? La única manera lícita que se le abre al Congreso para inhabilitar y destituir es requerir al Ministerio Público que haga la acusación y esperar que el Poder Judicial diga si el acusado es inocente o culpable. Y si es culpable recién podría destituirlo e inhabilitarlo.

En el caso del vicepresidente congresista, hay hechos extraños. Un general que lanza una denuncia mucho tiempo después de la comida. ¿Dio cuenta a su comando inmediatamente después de saborear los platos que pidió? ¿Increpó en ese acto a su interlocutor por lo que luego consideró ilegal? ¿Actuó por despecho, resentimiento o cólera por haber sido pasado al retiro? ¿Se puede acordarle credibilidad a este tardío denunciante?

¿Qué dicen los otros participantes del ágape?

Al Director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, cuando tuvo la desgracia de ser detenido en los Estados Unidos por una acusación de violación que luego fue desestimada y resultó un montaje, también lo denunció una francesita con mala memoria de haber sido seducida o violada por ese caballero … ocho años antes.

Hay, pues, hechos que investigar en un debido proceso, con derecho a contradicción y defensa, ante el Poder Judicial, para el caso de que el Ministerio Público considere que ha habido ilícitos penales.

Y no estaría demás que se llamara a prestar testimonio a las brujas de Cachiche que saben todo y mucho más.

Otro efecto de este espectáculo, magnificado hasta el escándalo, es el daño que se infiere el partido de gobierno, empujado por sus adversarios a hacerse el hara kiri con el inconsistente argumento de que debe abstenerse de blindar a uno de los suyos que, por lo demás, pareciera haber caído en una encerrona. Por su propia supervivencia, sus legisladores debieran reaccionar a tiempo para salir de este embrollo mortal para ellos y detener su propio auto de fe.

(7/12/2011)