POLÉMICA INFINITA

Esta polémica va a continuar en el encuentro de escritores en Huanchaco. Los jarjachas (hijos del incesto, como Alvarito) pretenden ser los mejores por «cosmopolitas» y emigrados «exitosos». Pero los herederos de Mariátegui, Vallejo y Arguedas, estamos aquí: ni muertos ni vencidos.

Esta polémica se inició entre el «cosmopolita exitoso» Cortázar y el provinciano nacionalista arcaico José María Arguedas. Pienso que Arguedas ganó la partida en favor de la razón. Veamos su respuesta en «El zorro de arriba y el zorro de abajo».

Arguedas reconoce (además de su vida, de su formación académica y de su formación política) otro principio valioso para su literatura: el hecho de ser peruano y de valorar a su propio país como fuente inagotable de literatura. Así lo dice en «No soy un aculturado». Tenemos lo necesario para ser grandes:

“El otro principio fue considerar siempre el Perú como una fuente infinita para la creación. (…) Imitar desde aquí a alguien resulta algo escandaloso. En técnica nos superarán y dominarán, no sabemos hasta qué tiempos, pero en arte podemos ya obligarlos a que aprendan de nosotros y lo podemos hacer incluso sin movernos de aquí mismo.”

¿Lo entenderán esos payasos que intentan hacer novelas y les fabrican premios made in Spain?… Roncagliolo sigue siendo una invención de España, más precisamente de Alfaguara. Los hijos putativos de Vargas Llosa son extranjeros en el Perú y se sienten mejor en Europa. Cuando tratan de escribir sobre el Perú les sale una pésima sinfonía de estupideces. Aquí nadie trata de salir corriendo, ni estamos en fuga, mucho menos la narrativa de la migración señala el camino de la narrativa peruana, como lo dijo otro clown afincado en el exterior: Alfredo Pita.

Roncagliolo comete otra imbecilidad cuando dice que Oswaldo Reynoso TODAVÍA se declara marxista, como si esa filiación fuese para él algo pintoresco. No sabe este clown cuántos marxistas habemos en la literatura peruana. Respondámosle que SOMOS TODAVÍA como bien dice José María Arguedas:

“De tu inmensa herida, de tu dolor que nadie habría podido cerrar, se levanta para nosotros la rabia que hervía en tus venas. Hemos de alzarnos ya, padre, hermano nuestro, mi Dios Serpiente. Ya no le tenemos miedo al rayo de pólvora de los señores, a las balas y la metralla, ya no le tememos tanto. ¡Somos todavía! Voceando tu nombre, como los ríos crecientes y el fuego que devora la paja madura, como las multitudes infinitas de las hor­migas selváticas, hemos de lanzarnos, hasta que nuestra tierra sea de veras nuestra tierra y nuestros pueblos nuestros pueblos.” A nuestro padre creador Túpac Amaru (José María Arguedas).

Basta con esto. Sigamos escribiendo mientras peleamos por un mundo más justo y solidario. Hagamos literatura al mismo tiempo que organizamos células, escuelas de cuadros, frente de masas y partido. Roncangliolo, Benavidez, Cueto, Thais, no tienen esas obligaciones y tampoco tienen la hegemonía en la literatura peruana.