¿UNA POLÉMICA MÁS SOBRE VARGUITAS?

El amigo Miguel Ángel Zapata, como todos mis amigos que viven en USA, tienen otra visión, otra lectura, de la obra extensa de MVLL. He conocido divas que ayer profesaban ideas muy radicales y eran antivargasllosianas, que ahora están rendidas a los pies de este señor (desde que viven en USA). Igualmente en el caso de los varones, muchos que partieron con postulados antivarguitas, de pronto se les abre el tercer ojo en esa suerte de Shangrilá del consumismo o Meca de la objetividad liberal, según lo crean los crédulos.

No puedo acusar a Miguel Ángel de estos extravíos. De repente fue siempre un admirador de la pluma mencionada. De pronto no es una pasión tardía que despertó en el extranjero. Por eso no lo voy a juzgar, pues nadie me ha dado potestad de magistrado. Como dice Cristo, no vine a ser juez. Me puedo juzgar a mí mismo y de allí que el resto entienda lo que he querido decir, considerando mi insignificancia. Por ejemplo, puedo aceptar que no soy un mal lector, tampoco hago críticas malintencionadas. También tengo que aceptar que soy narrador y como decía Marco Martos, cuando éramos amigos, «tantos jurados no han podido ponerse de acuerdo para equivocarse».

En síntesis, algo o mucho debo entender cuando leo las páginas de MVLL, porque no soy lego en literatura ni en creatividad. He leído a MVLL tratando de aprender de éste alguna fórmula que me ayude a narrar. Todas sus últimas obras se me han caído innumerables veces de las manos por su falta de tino para armar un párrafo o cuando perjudica lo que pudo ser una excelente novela por sucumbir a sus pasiones más mezquinas. A sus demonios de rencor, para repetir palabras de Miguel Gutiérrez o referirme, de costalillo, a la célebre teoría vargasllosiana de los demonios del escritor.

Los herederos de MVLL, (ninguno puede llegar a su nivel), han heredado estos vicios al narrar. Veamos los desastres de Cueto, por ejemplo. Ahora le toca a Roncagliolo repetir los mismos naufragios. Y como tienen prestigiosa comadrona detrás de ellos, ya ganaron sendos premios después de la polémica en Madrid. A ellos los mediré con la misma vara con que he medido a los pobres seguidores de Antonio Gálvez Ronceros, eunucos de nacimiento para cualquier genialidad. Capados por su maestro, no por otra persona. Parece que los maestros son útiles hasta la hora de partir, pero el viajero no debe mirar hacia atrás. Una vez que el ave aprende a volar, no debería retornar al nido, sino construir uno propio.

Confieso que no he leído novelas más malas y mediocres como Historia de Mayta o Lituma en los Andes. Las dos son pésimas. Puedo coger al vuelo un párrafo de Lituma en los Andes y explicar a mis alumnos lo que no debe hacer un narrador. Pero además tengo que referirme al tema de la novela. En cada una de las nombradas, el fundamentalismo anticomunista y antiandino han pervertido al autor al extremo de querer parir con fórceps una obra genial. La genialidad no procede de formularios abstractos ni de la sujeción a un libreto político.

En las novelas del segundo Varguitas se nota la tiranía del programa, del cual el máximo comisario a nivel mundial es él. Lógicamente quien admira a MVLL tiene que incurrir en ideología como doctrina de la justificación, según lo que sentencia el célebre filósofo Merleau Ponty. Es más fácil admirar a un rico y famoso que descubrir un genio en medio de los muladares de la marginalidad. Lógicamente quien admira a MVLL tiene que demeritar las obras de GGM, quien, con toda objetividad lo digo, no comete los garrafales errores de construcción de párrafo que sí perpetra MVLL.

Extendamos la lista a todos los demás escritores que han valorado la esencia del ser humano en sus obras y por eso se merecen el Premio Nobel que Varguitas ambiciona y no consigue alcanzar. Y dirá que es un premio para comunistas o que las uvas están verdes. Agréguenle un egregio nombre a esa lista que basta por todos los demeritables o demeritados: José María Arguedas. De pronto se me ocurre que puedo abrirme los caminos que siempre estuvieron vedados para mí. El éxito tiene olor a nuevo en papel de hule transparente. Olor a shoping donde a cada instante nos topamos con un letrerito que dice ¡NEW!… La primera fórmula a aplicar sería cambiar de bando y declararme acérrimo admirador de MVLL. La segunda renegar de lo andino y popular, tratando a mi pueblo como un conjunto de bárbaros y bellacos. La tercera, despotricar de José María Arguedas (JMA) y repetir hasta el cansancio que Todas las sangres es la novela que jamás debió escribir este resentido social, pusilánime y falseador. Declararme admirado por la objetividad que contienen las páginas de La utopía arcaica, sería un paso de elemental necesidad. Eso es en el plano literario. En el plano creativo, debería yo dejar de hacer cuentos, pues ya lo dicen los admiradores de MVLL, la piedra filosofal se encuentra en los arcanos de la gran novela.

Pero de pronto puedo sucumbir al «complejo-vargasllosa» que consiste en dejar de narrar de pronto, acomplejado por la sombra de un ser famoso al cual nunca alcanzaré ni en tres vidas prestadas. Vean sino las novelas de Cueto, todas ellas se parecen a una eyaculación prematura, cuando no a una falta de erección por sentirse observado a la hora de hacer el amor. En el plano extraliterario, ya saben ustedes. Debo suscribirme al fundamentalismo neoliberal, aprobar la campaña de Bush contra el terrorismo, aplaudir la invasión de Irak y de Afganistán, etc. Debo cacarear contra el populismo-estatismo-nacionalismo o rebuznar anticomunismo. Lo peor: debo aceptar públicamente que Vargas Llosa no es un hijo de puta, sino el intelectual más honesto que he conocido en mi vida.