«Todos los poetas florecen en la muerte.»
Robert Browning


Ha muerto un hombre, viva el hombre.

Ha muerto un poeta, viva el poeta.

Ha muerto el rey, viva la reina mirando las uvas antes de tomar el vino,

Antes de echarse sobre los hombros la llovizna de todos los planetas

Acostumbrados a inundar la noche con su obsesión de bombillas eléctricas.

Ha muerto un poeta y la reina se queda perpleja con sus ojos que van y vienen

Como pedazos de corazón detrás de un amor perdido. Ha muerto el que sabía

Manejar las caricias con la punta de la lengua y veía descender de las ramas

Del aire una gota de lluvia obstinada en mojar la desierta avenida del recuerdo

Resbalando sus rosas húmedas hasta los labios mudos de los resucitados.

Ha muerto, pero sus dedos -silentes- se encargarán de que siempre

Parpadee una luz, en la ventana

De la noche cerrada, para la reina de la casa viva.