LA LÓGICA FORMAL EN LOS ‘FALSOS DILEMAS’ DE CUETO

Acudiendo a la Lógica del razonamiento intentaremos comprender el galimatías del señor Alonso Cueto quien sostiene, en la publicación titulada «Falsos dilemas» del diario «Perú 21», dos silogismos paradigmáticos negativos dignos de figurar en una antología ilógica, por lo estrambóticos.

Primero, busquemos entender el pensamiento del señor Cueto con el razonamiento deductivo aplicando las reglas de la Lógica a la forma verbal del pensamiento:

1. Todos los que escriben son escritores,

2. a los escritores no se les puede «clasificar»,

3. luego, los que clasifican son profesores o agitadores.

Una de la reglas de la Lógica nos advierte que con premisas ciertas se puede llegar a conclusiones falsas, por lo que podemos suponer que es erróneo el silogismo. Porque es lo mismo que decir:

1. «Los apóstoles fueron doce,

2. S. Pedro y S. Pablo fueron apóstoles,

3. luego, S. Pedro y S. Pablo fueron doce».

Aquí podemos concluir que el señor Cueto toma apariencias lógicas para engañarnos infiriendo lo cierto con lo falso, lo que constituye una falacia o sofisma. Pero expliquemos el sentido del texto publicado para mejor comprensión del debate.

La naturaleza antagónica de cualquier aspecto tiende a la divergencia tanto en el mundo físico como en el pensamiento, especialmente, en este caso, en la literatura. No son los principios morales los que diferencian a los escritores peruanos, sino las clases o las jerarquías sociales que producen esas divisiones, acordes con sus bases social y económica. No es correcto diferenciarlos entre «criollos» y «andinos» porque esta categorización los excluye de la base económica-social, de la que la cultura es una expresión. Se enfrentan dos puntos de vista, en este caso, los que entienden el problema social buscando la identidad de la nación peruana desde antes de la conquista hispana y admiten que si es cierto que aquella base económica nativa fue destruida, en cambio su base cultural no fue sometida en más de cinco siglos. La otra posición hace suyo el «pasadismo» colonial como continuidad de la estructura socio-económica para construir su Estado «sin el indio y contra el indio».

El señor Cueto no comprende que culturas «únicas» con estructuras específicas en su política económica, social, artística, religiosa, lingüística, etc. son las que singularizan a unas de otras donde se acunan. Por ello existen dos culturas enfrentadas desde hace varios siglos en el Perú: por una parte los que están por la cultura nacional, innovadora, que reclama la solución al problema de la tierra, la abolición del viejo sistema estatal por una democracia moderna y, por la otra parte, los que tomando esa base colonial estatal mantienen la propiedad de la tierra al estilo feudal, adecuándola a una República decimonónica que preconiza la gran burguesía peruana decadente, dependiente, parasitaria, racista e imitativa para colocarse, por inercia, a la cola de los grandes monopolios mercantiles y de los bancos en la exportación de capitales internacionales, garantizando así su supervivencia como clase social en el poder del Estado.

No es el asunto biológico (raza) lo que está en discusión en la actualidad, no es el fenotipo «criollo» de Mario Vargas como autor literario que le identifica como conservador, sino su adhesión a esa clase social que tiene el poder estatal en las manos. Tampoco son las buenas o las malas amistades humanas las que dirimen el status del pensamiento de cada persona que les hace ‘antitéticos’ o convergentes, sino sus intereses de clase política, en torno al ejercicio del poder económico, político y social los que las unen o disocian. He aquí algunos ejemplos de lo que la historia, en general, nos enseña.

Judas y Jesús comieron muchos años del mismo pan y bebieron del mismo vino, pero fueron ‘antitéticos’, uno por judío conservador y el otro por judío revolucionario. En cambio Alberto Fujimori y Mario Vargas, que solamente se vieron en un programa de televisión peruana, no fueron ni son ‘antitéticos’ sino son completamente concertantes en su ideología «neo»-liberalista (valga la redacción de la palabra porque se creen «nuevos» por el prefijo griego) y su manera de vida política semejante: uno es peruano-japonés ahora metido en politiqueos en un partido burgués en el «Imperio del Sol naciente» y, el otro, peruano-español ahora metido en politiqueos de un partido burgués en la «Madrastra patria» ibérica.

Segundo, entendamos el final del sofisma de Cueto que no difiere tanto de la primera falacia por arbitraria a la lógica del pensamiento.

1. «Ninguna obra literaria de valor está escrita bajo concepciones morales,

2. los inquisidores ‘moralistas’ no gozan leyendo libros,

3. luego, los inquisidores son los que categorizan moralmente a los autores».

Una regla de la Lógica para entender la falacia de un silogismo nos advierte que de premisas negativa nada se infiere. Esto es como decirnos:

1. «Nada que sea raro deja de ser caro,

2. un caballo bueno, bonito y barato es raro,

3. luego, un caballo bueno, bonito y barato es caro».

Hasta aquí, inferimos que todos los sofismas demostrados al señor Cueto, expuestos en su escrito «falsos dilemas», son errores del razonamiento lógico, goteras mentales del pensamiento coherente y groseras falacias que atraen a mucha gente que no se toman el trabajo de analizar las infracciones cometidas contra la Lógica por el pensamiento arbitrario de algunas personas propensas a la ideación fantasiosa.